27 de mayo. La señora gorda
LA señora gorda que me mira de un modo raro, casi como si fuera a levantarse. No se cómo pero acabé ayer yendo a parar a un artículo de Juan Bonilla sobre la señora gorda. Sale de la novela corta de Salinger Franny y Zooey. Recuerdo haberla leído a finales de invierno, no sé si de 2000 o 2001. En eso también soy obsesivo y me da rabia no poder precisar. No sé si me da rabia por mí o por la señora gorda, quién sabe. En todo caso, entre el 99 y el 2002. He estallado dos veces, en primavera, de modo distinto y en esos dos años. Los estallidos posteriores han sido revisiones del 2002 con sus anticuerpos adquiridos. La segunda mitad del 99 fue feliz a pesar de todo, el 2000 también y gran parte del 2001. En alguno de esos dos inviernos felices y hacia fuera pausadamente melancólicos lo leí. Franny tiene una crisis nerviosa y una larga conversación con su hermano Zooey.
Escribe Bonilla:
"En uno de sus más conmovedores relatos, el titulado Zooey, Salinger nos habla de la señora gorda. Zooey es actor y habla con su deprimida hermana Franny acerca de cuáles deben ser las aspiraciones de un artista. Zooey fue un niño prodigio que cobró celebridad en un concurso de radio. Un día se encaminaba al estudio para un nuevo programa cuando su hermano mayor, Seymour, le hizo notar que llevaba los zapatos sucios. Le dijo: limpiátelos en honor a la señora gorda. Nunca le dijo quién era esa señoragorda, pero a partir de entonces Zooey, siempre que había de aparecer en público, se limpiaba los zapatos escrupulosamente para mostrar su respeto por la señora gorda. Se la imaginaba sentada en la entrada del teatro, con las piernas llenas de varices, o bien en su casa, en una horrible silla de mimbre, con la radio puesta el día entero. «Me tiene sin cuidado donde trabaja un actor, en una compañía de aficionados que sólo hace funciones en verano, o en un teatro de Broadway, lleno de gente elegante y bien cebada. Pero te diré un secreto, todo el público, sea el que sea, está compuesto siempre de las señoras gordas de Seymour. No hay nadie en el mundo que no sea la señora gorda de Seymour»."
Sigue con un párrafo para pensar, el receptor/señora gorda:
"Esta delicada revelación del más secreto de los escritores del siglo XX, y uno de sus más intensos poetas, debería colocarse en la puerta de entrada de todas las galerías y museos de este mundo, de todas las facultades susceptibles de impartir disciplinas creativas -por llamarlas groseramente- junto a otra leyenda que dijera: «Aquí se enseña a herir la sensibilidad». Es algo que se echa de menos en tanta obra literaria o artística. Cualquiera que no haya sido concebida para herir la sensibilidad de su receptor, poco tiene que decirle a la señora gorda que todos llevamos dentro y que se merece zapatos limpios."
Y aun otro parrafo más:
"Sin embargo, si miras alrededor, el verdadero homenajeado en tanta obra literaria o artística hoy es el ombligo del emisor: a menudo se escribe, se crea, sólo para que el ombligo de quien lo hace obtenga la satisfacción del leve aplauso de la crítica y el periodismo especializado, perdida toda esperanza de herir a nadie que esté al otro lado. Hace poco, Sánchez Dragó me preguntaba: ¿si estuvieras en una isla desierta sin posibilidad de enviar nada de lo que escribieras, escribirías? El aseguraba que siempre había pensado que quien contestara «sí» era un verdadero escritor, y que quien contestara «no» era un impostor que sólo buscaba fama o respeto o cualquiera sabe qué. Contesté «no», porque en una isla desierta a mí no se me ocurriría otra cosa que ahogarme y porque pensé en la señora gorda de Seymour, la encargada de justificar todo lo que se escribe, se pinta o se filma. Si ella no estuviera en la isla desierta, ¿qué sentido tendría escribir?"
http://www.elmundo.es/papel/2003/10/27/cultura/1504154_impresora.html
Aun ayer, por la tarde.
Salgo a las siete y algo y veo que al otro lado del cristal, dentro del bar están las compañeras Uve, Moni y Dla. Me siento con ellas con una caña. Parecemos cuatro corazones rotos o cansados por el burbujeo, nadie habla demasiado, como una reunión de sad-eyed ladies. Uve me paga la cerveza y se levanta. Los demás la seguimos. Ando un par de minutos mirando al suelo y rizándome con el pelo índice lo que pillo del pelo. Son poco más de las ocho y es muy de día. Llamo a l'estimada Marta y me tomocon ella el primer gintónic cuando aun es de día. Me sabe peor de lo que recordaba, pero está bien. Pasa el rato y son más de las diez. Se está bien con Marta en Gracia y me da una pereza enorme irme a casa. Pero nos vamos y llego sudado a casa, con ganas de mear que me han hecho subir el Putxet andando rápido. Como unas lonchas de pechiga de pavo con pan de molde integral, el parquet está fregado del domingo y el tacto es agradable a las plantas de los pies. Intento leer algo en la cama pero apenas puedo, se me cierran los ojos y apoyo el libro al revés, sobre la barriga. Acabo apagando la luz y me duermo sin problemas, pensando.
Escribe Bonilla:
"En uno de sus más conmovedores relatos, el titulado Zooey, Salinger nos habla de la señora gorda. Zooey es actor y habla con su deprimida hermana Franny acerca de cuáles deben ser las aspiraciones de un artista. Zooey fue un niño prodigio que cobró celebridad en un concurso de radio. Un día se encaminaba al estudio para un nuevo programa cuando su hermano mayor, Seymour, le hizo notar que llevaba los zapatos sucios. Le dijo: limpiátelos en honor a la señora gorda. Nunca le dijo quién era esa señoragorda, pero a partir de entonces Zooey, siempre que había de aparecer en público, se limpiaba los zapatos escrupulosamente para mostrar su respeto por la señora gorda. Se la imaginaba sentada en la entrada del teatro, con las piernas llenas de varices, o bien en su casa, en una horrible silla de mimbre, con la radio puesta el día entero. «Me tiene sin cuidado donde trabaja un actor, en una compañía de aficionados que sólo hace funciones en verano, o en un teatro de Broadway, lleno de gente elegante y bien cebada. Pero te diré un secreto, todo el público, sea el que sea, está compuesto siempre de las señoras gordas de Seymour. No hay nadie en el mundo que no sea la señora gorda de Seymour»."
Sigue con un párrafo para pensar, el receptor/señora gorda:
"Esta delicada revelación del más secreto de los escritores del siglo XX, y uno de sus más intensos poetas, debería colocarse en la puerta de entrada de todas las galerías y museos de este mundo, de todas las facultades susceptibles de impartir disciplinas creativas -por llamarlas groseramente- junto a otra leyenda que dijera: «Aquí se enseña a herir la sensibilidad». Es algo que se echa de menos en tanta obra literaria o artística. Cualquiera que no haya sido concebida para herir la sensibilidad de su receptor, poco tiene que decirle a la señora gorda que todos llevamos dentro y que se merece zapatos limpios."
Y aun otro parrafo más:
"Sin embargo, si miras alrededor, el verdadero homenajeado en tanta obra literaria o artística hoy es el ombligo del emisor: a menudo se escribe, se crea, sólo para que el ombligo de quien lo hace obtenga la satisfacción del leve aplauso de la crítica y el periodismo especializado, perdida toda esperanza de herir a nadie que esté al otro lado. Hace poco, Sánchez Dragó me preguntaba: ¿si estuvieras en una isla desierta sin posibilidad de enviar nada de lo que escribieras, escribirías? El aseguraba que siempre había pensado que quien contestara «sí» era un verdadero escritor, y que quien contestara «no» era un impostor que sólo buscaba fama o respeto o cualquiera sabe qué. Contesté «no», porque en una isla desierta a mí no se me ocurriría otra cosa que ahogarme y porque pensé en la señora gorda de Seymour, la encargada de justificar todo lo que se escribe, se pinta o se filma. Si ella no estuviera en la isla desierta, ¿qué sentido tendría escribir?"
http://www.elmundo.es/papel/2003/10/27/cultura/1504154_impresora.html
Aun ayer, por la tarde.
Salgo a las siete y algo y veo que al otro lado del cristal, dentro del bar están las compañeras Uve, Moni y Dla. Me siento con ellas con una caña. Parecemos cuatro corazones rotos o cansados por el burbujeo, nadie habla demasiado, como una reunión de sad-eyed ladies. Uve me paga la cerveza y se levanta. Los demás la seguimos. Ando un par de minutos mirando al suelo y rizándome con el pelo índice lo que pillo del pelo. Son poco más de las ocho y es muy de día. Llamo a l'estimada Marta y me tomocon ella el primer gintónic cuando aun es de día. Me sabe peor de lo que recordaba, pero está bien. Pasa el rato y son más de las diez. Se está bien con Marta en Gracia y me da una pereza enorme irme a casa. Pero nos vamos y llego sudado a casa, con ganas de mear que me han hecho subir el Putxet andando rápido. Como unas lonchas de pechiga de pavo con pan de molde integral, el parquet está fregado del domingo y el tacto es agradable a las plantas de los pies. Intento leer algo en la cama pero apenas puedo, se me cierran los ojos y apoyo el libro al revés, sobre la barriga. Acabo apagando la luz y me duermo sin problemas, pensando.
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