jueves, agosto 16, 2007

16 de agosto. Marta, Caro y Rocco

Hace 3 semanas, en un día raro, estaba por el centro y llamé a Marta. Marta y Caro tienen su despacho en la calle Canuda. También es casa de Caro. Llamé por si les iba bien que pasara a ver el despacho. Me dijeron que sí. Me enseñaron el despacho y el piso, que tiene mucho encanto, y salimos a un patio, ya que es un principal. El patio, a pesar de estar a la vista de cientos de personas, es muy agradable gracias a Caro.

Caro tiene también un perro estupendo que se llama Rocco. Es un labrador de color negro, fuerte, con el pelo brillante y una cabeza grande y bonita (magnífica testa o algo así, dirían en alguna novela de aventuras o en alguna de Jack London). Tiene ese punto de exceso que tienen algunos perros, como Dan, el del padre de mi amigo Iñigo, que es una especie de mastín excesivo y simpático. Caro sacó unas cervezas y cenicero y estuvimos charlando un rato y luego nos dejó solos y siguió trabajando. Iba con idea de saludar y terminé pasando media tarde allí. Le conté cosas a Marta y ella a mí e iba pasando el rato sin querer. Volvió a asomarse Caro y nos trajo otro par de cervezas. Pasó otro rato y se hizo hora de pasear a los perros (aquel día también estaba la perra de una amiga). Primero bajó Caro y luego Marta y yo. En la plaza estaba Caro hablando con los dueños de otros perros. Le dijo a Marta “Dicen que lo lleve a Bellaterra”. Fue entonces cuando Marta me dijo que desde ayer sabían que Rocco tenía un tumor maligno. Marta se iba a una tienda y a mí se me había ocurrido pasar por la plaza Real, así que nos despedimos. Caro me dijo que pasara cuando quisiera. Creo que fue entonces cuando pensé que habría que llevarles flores o una planta o algo la siguiente vez que pasara.

Operaron a Rocco unos diez días después. Hace unos días estaba en la librería Canuda, compré algunos libros y llamé a Marta por si estaban y podía pasar a saludar. Me dijo que sí y entonces fui a las Ramblas a comprar dos rosas rojas. Por no ir a la parada de alguna viejecita tuve que oír dos bromas de un tío con la cabeza rapada, pero bueno. Subí al principal y ya por las escaleras oía ladrar a Rocco. En el rellano estaba el perro y Marta diciéndole que pasara dentro. Lo imaginaba algo convaleciente pero tenía la vitalidad de siempre. Al ver Marta las rosas empezó a exclamar algo y ya dentro del despacho le dijo algo a Caro o me vio ella con las rosas y empezó a decir algo con mucha entonación. La verdad es que no sabría reconstruir la escena pero fue adorable y confusa. Y toda esta parrafada tiene como objeto esa imagen. Dos chicas prorrumpiendo en exclamaciones, un chico bajando un poco la mirada por timidez y un perrazo negro yendo de un lado para otro, entre contento y alterado por el timbre y el movimiento.