6 de mayo
Ayer,
Día con el little man, ya sabéis, it ties knots in my stomach y en ese plan. Pero sin buscar las ataduras a los cabos sueltos de un crimen sino unos ojos que escuchen, mejor con algo de candor a pesar de lo que diga Fallarás.
Sin embargo el único logro es hacer reír a rizos ingrávidos con una imitación.
A las siete y uno decido que me voy de la oficina. No apago el ordenador porque tarda mucho en ponerse en marcha y demás. Como es muy de día bajo andando al centro. Me compro Letras Libres que viene con Israel y veo Hitchens en la portada. Me cae bien ese tipo, amigo de Martin Amis y Bernard-Henri Lévy y es un tío de izquierdas favorable a la intervención en Irak y que va siguiendo a Kissinger como una conciencia tocanarices. También me compro un libro que reune la poesía de Nietzsche, que no sabia que existiera ni que se hubiera publicado. Me gusta eso de las editoriales pequeñas que sacan libros sorprendentes y bonitos por fuera. Aunque llevo 3 meses sin leer casi nada.
Lo de bajar al centro es dejarse llevar. Aun (soy tan raro a veces que cada vez que escribo “aun” pienso en si lo acentúo o no, Tubau no lo hace, creo) es de día y llamo a Marta por si paseamos a Rocco. Como saben dos o tres panes benditos, Rocco es el perro de Caro, la amiga y socia de Marta que vive en la calle Canuda. Subo al piso y Rocco tan excesivo como siempre tiene en la boca uno de sus muñecos para jugar. Caro los llama “nenes”. Tan divertido como ver a Rocco y sus amigos es ver a sus dueños agrupados.
Mi precioso Moonriver, que ya ha cumplido doce años, parece que tiene la columna envejecida y de ahí sus mareos frecuentes últimamente, según las analíticas y radiografias que han costado 120 euros.
Hoy,
La loquera aregentina a primera hora. Como siempre me hace esperar llego tarde pero espero igualmente. Miro un destartalado “Qué me dices”. Cada vez que voy me entran ganas de llevar yo unas cuantas revistas y suplementos la próxima vez. Me dice ella, con sus elles australes, algo de un grupo que me mueve al escepticismo pero no le pongo mala cara. Lo matizo pero insiste como si me pasara los sábados en casa matándome a pajas. Cuando alguien me mira esperando algo y ese algo tiene que complacerle me toco el bigote con los dedos o tiro de pelos de mi barbilla. De todos modos mejor tener contentos a los médicos. En eso no soy como mi madre que tiene la mala costumbre de pelearse con nuestra doctora de capçalera. Y eso que una vez le dijo que “era una gran senyora” o algo así.
Si quiero a mi jefe es porque hoy me ha llamado estando con la loquera sin pretenderlo y al llamarle yo luego de camino a la oficina me preguntaba “¿todo bien, todo bien?”.
Por la tarde en Badalona reunidos ocho tíos en una caseta que gracias a Dios tiene aire acondicionado. Irrumpe un tipo al que le quedan dos años por jubilarse y le gusta discernir. Se lo agradezco sinceramente porque siempre se retiene algo de valor de tipos así. Pero entre él y lo demás y el sol que me da en la cara tengo la cabeza como un bombo. Alguien empieza a sentir dolor de cabeza y va a por una aspirina y agua y yo no puedo evitar removerme nervioso, hacia adentro como siempre, y sentir dolor de cabeza también. El tipo que ha irrumpido es calvo y canoso. Bigote blanco y vestido con una camisa y pantalones negros. El pañuelo arrugado le asoma por un bolsillo. Cada intervención deviene una dosis de dos minutos de sabiduría y anécdotas. Por vehemencia, gesticulación, decibelios e indumentaria se me ocurre que parece un ilusionista o algo así, que siempre precisa de público. Como algunos profesores universitarios que tuve tiene pinta de catalán de socarrel pero que usa el castellano en registro estándar o profesional. Esto último muestra, creo, cuando alguien es catalán de socarrel pero no cebolludo. Que usara el catalán en registro profesional no indicaría que lo fuera, ya que como sabemos, si A implica B, noB implica noA pero no que noA implique noB.
Día con el little man, ya sabéis, it ties knots in my stomach y en ese plan. Pero sin buscar las ataduras a los cabos sueltos de un crimen sino unos ojos que escuchen, mejor con algo de candor a pesar de lo que diga Fallarás.
Sin embargo el único logro es hacer reír a rizos ingrávidos con una imitación.
A las siete y uno decido que me voy de la oficina. No apago el ordenador porque tarda mucho en ponerse en marcha y demás. Como es muy de día bajo andando al centro. Me compro Letras Libres que viene con Israel y veo Hitchens en la portada. Me cae bien ese tipo, amigo de Martin Amis y Bernard-Henri Lévy y es un tío de izquierdas favorable a la intervención en Irak y que va siguiendo a Kissinger como una conciencia tocanarices. También me compro un libro que reune la poesía de Nietzsche, que no sabia que existiera ni que se hubiera publicado. Me gusta eso de las editoriales pequeñas que sacan libros sorprendentes y bonitos por fuera. Aunque llevo 3 meses sin leer casi nada.
Lo de bajar al centro es dejarse llevar. Aun (soy tan raro a veces que cada vez que escribo “aun” pienso en si lo acentúo o no, Tubau no lo hace, creo) es de día y llamo a Marta por si paseamos a Rocco. Como saben dos o tres panes benditos, Rocco es el perro de Caro, la amiga y socia de Marta que vive en la calle Canuda. Subo al piso y Rocco tan excesivo como siempre tiene en la boca uno de sus muñecos para jugar. Caro los llama “nenes”. Tan divertido como ver a Rocco y sus amigos es ver a sus dueños agrupados.
Mi precioso Moonriver, que ya ha cumplido doce años, parece que tiene la columna envejecida y de ahí sus mareos frecuentes últimamente, según las analíticas y radiografias que han costado 120 euros.
Hoy,
La loquera aregentina a primera hora. Como siempre me hace esperar llego tarde pero espero igualmente. Miro un destartalado “Qué me dices”. Cada vez que voy me entran ganas de llevar yo unas cuantas revistas y suplementos la próxima vez. Me dice ella, con sus elles australes, algo de un grupo que me mueve al escepticismo pero no le pongo mala cara. Lo matizo pero insiste como si me pasara los sábados en casa matándome a pajas. Cuando alguien me mira esperando algo y ese algo tiene que complacerle me toco el bigote con los dedos o tiro de pelos de mi barbilla. De todos modos mejor tener contentos a los médicos. En eso no soy como mi madre que tiene la mala costumbre de pelearse con nuestra doctora de capçalera. Y eso que una vez le dijo que “era una gran senyora” o algo así.
Si quiero a mi jefe es porque hoy me ha llamado estando con la loquera sin pretenderlo y al llamarle yo luego de camino a la oficina me preguntaba “¿todo bien, todo bien?”.
Por la tarde en Badalona reunidos ocho tíos en una caseta que gracias a Dios tiene aire acondicionado. Irrumpe un tipo al que le quedan dos años por jubilarse y le gusta discernir. Se lo agradezco sinceramente porque siempre se retiene algo de valor de tipos así. Pero entre él y lo demás y el sol que me da en la cara tengo la cabeza como un bombo. Alguien empieza a sentir dolor de cabeza y va a por una aspirina y agua y yo no puedo evitar removerme nervioso, hacia adentro como siempre, y sentir dolor de cabeza también. El tipo que ha irrumpido es calvo y canoso. Bigote blanco y vestido con una camisa y pantalones negros. El pañuelo arrugado le asoma por un bolsillo. Cada intervención deviene una dosis de dos minutos de sabiduría y anécdotas. Por vehemencia, gesticulación, decibelios e indumentaria se me ocurre que parece un ilusionista o algo así, que siempre precisa de público. Como algunos profesores universitarios que tuve tiene pinta de catalán de socarrel pero que usa el castellano en registro estándar o profesional. Esto último muestra, creo, cuando alguien es catalán de socarrel pero no cebolludo. Que usara el catalán en registro profesional no indicaría que lo fuera, ya que como sabemos, si A implica B, noB implica noA pero no que noA implique noB.
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