22 de abril
Llevaba días teniendo que comprar clonazepán. Ayer se me olvidó del todo. La urticaria era como un dispositivo LED que se encendía según el nivel de estrés. Lo bueno es cuando el cansancio pesa y la tensión queda en un segundo plano. Llegué a casa hacia las diez, me llevó e jefe en coche. Hasta que abrí la puerta del coche hablando de canalizaciones que pasan no sabemos si por debajo una acera estrecha de ochenta centímetros o de la calzada. O del apoyo de placas alveolares con pendiente del 10% sobre pantallas.
En fin, que hacia las doce me acordé que no tenía para mi dosis diaria de clonazepán. Cualquier cosa antes que bajar a la farmacia, así que me puse a buscar en el minibolsillo que casi todos los pantalones tienen. Lo de llevar una pastilla de clonazepán en el bolsillo es como llevar el ventolín en otro bolsillo. Nunca lo usas, pero por si acaso. Para entenderlo hay que haber pasado una crisis asmática o un ataque de pánico, aunque ya haga 6 o 7 años que no sucedan ninguna de las dos cosas, más o menos. Así que busqué en tres o cuatro pantalones, donde era posible, que no probable, que hubiera alguna pastilla. Y no la hubo. No creo que haya sido por eso que he dormido mal. Me metí en la cama y sentía calor, seguía teniendo la cabeza como un bombo y había una discusión en la calle. Tardé en dormir y a las seis de la mañana he dado un respingo no se por qué. La mañana ha seguido siento un sinvivir hasta las dos menos cuarto. Un largo suspiro de alivio y he bajado con MªI a tomar un quinto.
Llevaba como un mes sin comprar el periódico entre semana. He ido andando despacio, casi arrastrando los pies, a comer donde Paula. Sigo sin poderle aguantar la mirada en ese bar tan pequeño. Demasiado pequeño para esos ojos y esa sonrisa que no cabe. Me supera y a saber qué cara le pongo y qué pensará ella. Se agacha a por los canelones de verano y el pantalón siempre algo caído enseña unas bragas rosas, casi fucsia, algo bordadas. Se me ha ocurrido que era raro que no fueran de licra (tal vez diga una barbaridad, no sé nada de tejidos) con ese color.
Frente a la puerta del edificio de la empresa le contaba algo a la compañeraV mientras fumaba. Me escuchaba sonriente y con conmiseración, como un par de peldaños por encima de lo que le contaba.
Luego alguien que suele llevar demasiado perfume me ha dicho con singular franqueza “Qué pálido estás”. Tengo la piel blanca y estaba roto y seguro que ojeroso. El jefe, que también estaba allí ha dicho: “Está siempre igual”.
Quería salir a las siete o siete y media pero al final he salido a las ocho. Me he comprado el libro de jaikus de Kerouac. No he leído casi nada desde febrero.
Cuatro años con este blog, hoy.
En fin, que hacia las doce me acordé que no tenía para mi dosis diaria de clonazepán. Cualquier cosa antes que bajar a la farmacia, así que me puse a buscar en el minibolsillo que casi todos los pantalones tienen. Lo de llevar una pastilla de clonazepán en el bolsillo es como llevar el ventolín en otro bolsillo. Nunca lo usas, pero por si acaso. Para entenderlo hay que haber pasado una crisis asmática o un ataque de pánico, aunque ya haga 6 o 7 años que no sucedan ninguna de las dos cosas, más o menos. Así que busqué en tres o cuatro pantalones, donde era posible, que no probable, que hubiera alguna pastilla. Y no la hubo. No creo que haya sido por eso que he dormido mal. Me metí en la cama y sentía calor, seguía teniendo la cabeza como un bombo y había una discusión en la calle. Tardé en dormir y a las seis de la mañana he dado un respingo no se por qué. La mañana ha seguido siento un sinvivir hasta las dos menos cuarto. Un largo suspiro de alivio y he bajado con MªI a tomar un quinto.
Llevaba como un mes sin comprar el periódico entre semana. He ido andando despacio, casi arrastrando los pies, a comer donde Paula. Sigo sin poderle aguantar la mirada en ese bar tan pequeño. Demasiado pequeño para esos ojos y esa sonrisa que no cabe. Me supera y a saber qué cara le pongo y qué pensará ella. Se agacha a por los canelones de verano y el pantalón siempre algo caído enseña unas bragas rosas, casi fucsia, algo bordadas. Se me ha ocurrido que era raro que no fueran de licra (tal vez diga una barbaridad, no sé nada de tejidos) con ese color.
Frente a la puerta del edificio de la empresa le contaba algo a la compañeraV mientras fumaba. Me escuchaba sonriente y con conmiseración, como un par de peldaños por encima de lo que le contaba.
Luego alguien que suele llevar demasiado perfume me ha dicho con singular franqueza “Qué pálido estás”. Tengo la piel blanca y estaba roto y seguro que ojeroso. El jefe, que también estaba allí ha dicho: “Está siempre igual”.
Quería salir a las siete o siete y media pero al final he salido a las ocho. Me he comprado el libro de jaikus de Kerouac. No he leído casi nada desde febrero.
Cuatro años con este blog, hoy.
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