domingo, marzo 02, 2008

1 de marzo

Por la mañana. Debo de andar flojo porque los dos gintónics y algunas cervezas de ayer no me han dejado dormir bien y he amanecido con dolor de cabeza.

A salir a la calle ya todo bien. En los jardines me siento con las piernas cruzadas que son el atril de los periódicos del sábado. El parque está en obras y no hay nadie, sólo una chica leyendo con pañuelo en la cabeza y sandalias, a pesar de que el sol brumoso no acaba de calentar. De perfil me ha parecido guapa. Sin dejar de leer ha sacado un cigarrillo, lo ha colocado entre sus labios y lo ha vuelto a guardar. Llevaba una libreta y se ha puesto a escribir algo. Siento mucha curiosidad pro cualquier persona que lea en un parque, quitando lo más obvio, o sea alguien que ha salido a leer un poco el periódico. Quitando eso, cualquier persona que este leyendo me interesa tanto como lo que lleve yo para leer y si además escriben o anotan algo, la curiosidad deviene casi morbosa.


Hace un par de semanas, esperando a alguien en una cafetería de Gracia me fijaba en el chico grandón con gafas de la mesa de al lado. Tomaba un cacaolat y no dejaba de escribir en una libreta.

Hace un año le daba tirones de falda a Fallarás o abría la puerta que daba a Marta. Ahora resoplo astenias sobre una compañera, si puedo. No pongo foto si no me da permiso [me lo ha dado hoy lunes, amorosos claudátors]. Tenemos una foto divertida de mayo del año pasado. Era viernes antes de comer y bebíamos xoriguer con kas limón. Estaban Marta, Llorenç, Ivan, Lluís, Toni, Miguel Ángel, Sandra, alguno más y alguien que habría de ser jefe de mantenimiento de un centro penitenciario cuyo nombre siempre habré de recordar. De hecho, lo recordamos ayer con Marta y Llorenç. Imposible no hacerlo con esos carraspeos, la calva cubierta con el pelo de uno de los lados, las legañas sedimentadas, el olor a sudor y un morro sólo equiparable a su incompetencia y candor.

La cosa acabó en fotos divertidísimas en la caseta. Recuerdo haber declamado y arrastrado mi admiración por Miguel Ángel. Pero es que hay que conocerlo y enttedrme a mí. Esa semana o la anterior se lanzó al suelo, rodando un poco y topando con una valla al descontrolarse la canal de una hormigonera que iba con velocidad considerable hacia la altura de su pecho. Pasó la hormigonera y le vimos hecho un ovillo en el suelo sin haber dejado de hablar por el móvil.