domingo, abril 27, 2008

26 de abril

El sábado pasado tomaba café en una terraza de la Plaza de la Virreina con Marta y Llorenç. Se estaba bien pero pensé que faltaban dos o tres grados para estar bien del todo.

Ayer no faltaban esos dos o tres grados por la tarde y fue una suerte que me sacaran de la oficina a las cinco para tomar una cerveza que fueron siete. Las cervezas y lo demás hicieron evaporar la angustia de las dos últimas tardes. Cada uno con un codo en la barra que da a la calle de un bar de la calle Santaló. Se nos hizo de noche y seguimos tomando copas con dos gemelas que viven con otra chica en un piso de Gracia con una terraza grande y un gato. En el Bonobo, donde ponen música rock sin adjetivos.

Me he despertado a las ocho con el estómago al revés, o al menos oblicuo: No podía estar tumbado sin tener náuseas. A las diez o así me he vuelto a dormir hasta tarde y después de ducharme ya era tarde para periódicos, así que he salido con un libro de Pessoa. Me cabía el libro en el bolsillo trasero de los tejanos rotos y deshilachados que tengo.

No pensaba hacer nada más, pero al acabar la tarde he querido que me diera el aire. Tenía además, algunos sudores de abstinencia, supongo. Bajaba hacia el centro con ganas de comprarme algún western.