lunes, marzo 08, 2010

8 de marzo

Por la mañana,

Los lunes de siempre pero con más frío. Carlos Herrera haciendo sus monerías, que me divierten, presentando la tertulia con la música que pone últimamente. La Paula de Balmes tuerce el gesto, la cafetería fría a primera hora y se queja a uno de sus habituales que la miman con baba ruidosa. Llueve y en Btv pone que hay 4 grados, pero parece menos.

A mitad de mañana empezamos a ver copos en la calle y algunas chicas del norte de Sudamérica sueltan chillidos y la gente se asoma a las ventanas y a los balcones. No cuaja. Los mensajeros dicen que más arriba sí está cuajando. Pienso en que al volver a casa igual pise nieve al salir de los ferrocarriles.

Al mediodía,

Salgo a comer con un compañero y pedimos fabada de primero. Miro por la gran vidriera con vaho de rebozado las aceras y el alquitrán, esperando que algún copo se quede, pero no. Al poco, mientras nos tomamos el café, empieza a cuajar. Son poco más de las 3 y volvemos a la oficina.

Por la tarde,

A las cuatro bajo y empieza a haber nieve en las ramas, en los coches, en el sillín de las bicis aparcadas. Me subo y pienso en la nieve perfilando trazos y calores femeninos. Cae la nieve, como casi siempre cae, bonita y en silencio, pero por asumido y repetido, así es y me gusta que así sea.

A las cinco menos cuarto llega la secre tras un monumental atasco y me dice que baje, que hay un montón de gente abajo y que es divertido. Bajo y hay unas quince personas mirando la nieve. Con Bestriend y MªI me asomo a Travessera de Gracia que está blanca y silenciosa, como la nieve, aunque empiezan a oírse sirenas.

Y vuelo a pensar lo de una hora antes Y es poco habitual y es bonito y pienso en los copos fundirse en tus tetas calientes o perfilándote el pubis como el rocío perfila las hojas y los pétalos. Y algo me dice “déjalo ahí, deja de pisar nieve” y hago cosas en la oficina hasta que lleguen las siete. Han dejado de funcionar los autobuses y la línea cinco del metro.

Salgo a las siete y cuarto y ya no nieva, llueve y todo resbala. Con cuidado en los pasos de cebra voy hacia los ferrocarriles. Por suerte mi línea es la única que funciona con más o menos normalidad. A los que van al glamuroso Vallès les dicen que tendrán que esperarse dos horas. La de Reina Elisenda no funciona.

Salgo en la Plaza Kennedy y de milagro un señor mayor no se rompe la cabeza o el fémur bajando las escaleras de la plaza al vestíbulo. Ha resbalado y no se cómo pero ha conseguido no echar a rodar y le ha acabado parando una señora mayor. Tengo los pies helados pero no puedo evitar pasar por los jardines de la Tamarita. Muchas ramas y árboles enteros interrumpiendo los caminos y seguro que medio palmo, por lo menos, de nieve. Sigo la curva del Paseo de San Gervasio y, oh, el cedro y el ciprés de la parroquia vencidos sobre la acera, que está cortada en ese tramo. Y me acuerdo de la canción Little Willow y pienso en hablarle a los árboles y decirñes “cúrvate, viejo cedro, ya has hecho bastante, es un bonito final. Cúrvate, pero no te duermas todavía, amor.”

He dejado la calefacción en marcha pero demasiado baja y hay 16 grados en casa. Hasta dos horas después de combustión a tope no me ducho, largamente, y me afeito.


Ahora,

Ha soplado viento y ha despejado algo el cielo. Hay nieve en las azoteas y nieve pisada y ya fea en las aceras. En Btv pone que 5 grados. No sé. Leche con coñac.