19 de septiembre
A primera hora de la tarde en las playas de Tarifa el viento se hacía difícil de aguantar, así que he probado en la de Bolonia, que, además, queda más cerca del hotel. Y en la playa de Bolonia tampoco ha resultado mucho mejor y las nubes que durante el día se deshilachaban hacia África se han espesado y han tapado el sol. Había un par de chiringuitos agradables y me he sentad en la terraza de uno de ellas. Me he cansado rápido del libro de Byron que llevaba y no quería pasarme la tarde sentado bebiendo cervezas y me he levantado. Al ir hacia el coche se me han acercado un chico y una chica jóvenes y extranjeros que habían estado sentados en la terraza. La chica ha adelantado y muy educadamente me han preguntado si iba hacia Tarifa. Le he dicho que no pero que iba hacia la carretera que va a Tarifa y ella me ha dicho si sería posible que les acercara. Le he dicho que sí. Ella era austriaca y el chico alemán y eran una monada. La chica se ha sentado a mi lado, me ha dicho que si quería un cigarrillo y me ha encendido un chesterfield y me lo ha pasado. La chica era menuda, morena y con los ojos claros, ni fea ni guapa, y de 23años. El chico, jodío, tenía 20, era bello y de rasgos bellos y con barba fina pero no ridícula. Los dos llevaban un montón de semanas por el sur de España y el chico acababa de volver de pasar una semana en Marruecos. Se han conocido en el hostal de Tarifa donde duermen. Obvio que los he acabado llevando a Tarifa, no sólo a la nacional, y la chica me ha dicho si me tomaba una cerveza con ellos. A pesar de los lugares comunes, el esfuerzo por ser amable y las conversaciones previsibles, ha sido un rato agradable. Hacia las ocho y algo la chica ha dicho “bueno, qué vamos a hacer?”. Yo tenía pensado ir al hotel a quitarme la arena fina de encima y el chico ha dicho que se quería duchar, así que nos hemos despedido. Me han dicho donde, probablemente, estarían más tarde.
Al llegar al hotel quedaban diez minutos para que acabar el Atlético de Madrid-Barça y me he pedido una cocacola. En estos dos días no he parado de ver un 4x4 de la Guardia Civil por ahí y había dos guardiaciviles jóvenes y una policía local algo mayor, algo gordo, con pistola y un gran mostacho.
Me daba pereza pero he ido a Tarifa otra vez para no cenar, como ayer, en el bar del hotel. Me he sentado en la terraza con sillas y mesas de madera de unos italianos que ofrecen unos pocos platos, muchas ensaladas, bocadillos y porciones de pizza. Muy amables y barbudos, los tipos de ahí. Al irme, un centroeuropeo con canas y la cara roja se ha sentado con un whisky con hielo y me ha dado una idea. He dado alguna vuelta y he entrado en un sitio grande, nuevo, con música chill out., grandes pantallas con cine manga y demás moderneces. La poca gente que estaba allí, bebía mojitos, qué manía. La camarera, que llevamos demasiado tiempo sin hablar de camareras. Una chica esbelta, guapa y rubia, grandes ojos, rasgos angulosos como de hermoso papiro, el moño completamente recogido por encima de la cabeza y un largo cuello.
He pedido mi Jack Daniel’s con hielo. Pensaba que era un buen día para tomarse un par de copas más y pensando en no pensar en nada o pensar en muchas cosas tranquilamente mientras bebes y miras a la gente. Pero el hotel está a 15 km. He paseado un poco y he vuelto al hotel. La carretera no tiene ninguna luz y se oyen grillos por todas partes. Ahora, con el balconcito abierto, siguen con sus ionizaciones de la oscuridad.
Y saliendo al balcón, ahora, aparece la blancura del caballo y se le oye masticar entre los grillos.
Al llegar al hotel quedaban diez minutos para que acabar el Atlético de Madrid-Barça y me he pedido una cocacola. En estos dos días no he parado de ver un 4x4 de la Guardia Civil por ahí y había dos guardiaciviles jóvenes y una policía local algo mayor, algo gordo, con pistola y un gran mostacho.
Me daba pereza pero he ido a Tarifa otra vez para no cenar, como ayer, en el bar del hotel. Me he sentado en la terraza con sillas y mesas de madera de unos italianos que ofrecen unos pocos platos, muchas ensaladas, bocadillos y porciones de pizza. Muy amables y barbudos, los tipos de ahí. Al irme, un centroeuropeo con canas y la cara roja se ha sentado con un whisky con hielo y me ha dado una idea. He dado alguna vuelta y he entrado en un sitio grande, nuevo, con música chill out., grandes pantallas con cine manga y demás moderneces. La poca gente que estaba allí, bebía mojitos, qué manía. La camarera, que llevamos demasiado tiempo sin hablar de camareras. Una chica esbelta, guapa y rubia, grandes ojos, rasgos angulosos como de hermoso papiro, el moño completamente recogido por encima de la cabeza y un largo cuello.
He pedido mi Jack Daniel’s con hielo. Pensaba que era un buen día para tomarse un par de copas más y pensando en no pensar en nada o pensar en muchas cosas tranquilamente mientras bebes y miras a la gente. Pero el hotel está a 15 km. He paseado un poco y he vuelto al hotel. La carretera no tiene ninguna luz y se oyen grillos por todas partes. Ahora, con el balconcito abierto, siguen con sus ionizaciones de la oscuridad.
Y saliendo al balcón, ahora, aparece la blancura del caballo y se le oye masticar entre los grillos.
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