miércoles, septiembre 15, 2010

14 de septiembre. Più nessuno mi porterà nel sud/enrevesado madrigal de pensión

Per la Marta

He salido de casa como a las once y media de la mañana. El viejo xsara no deja de sobresaltarme y no las tengo todas conmigo. No sé si cambiarle la batería era suficiente, pero igualmente he salido a hacer los ochocientos kilómetros que tenía que hacer hoy. La A7 por e Levante español me ha resultado menos espantosa que otras veces. Tal vez porque me he salido antes. En Valencia he cambiado a dirección Guadalajara. He parado a comer en un sitio de carretera cerca de Requena y Utiel. Ya eran las tres y media y los currantes o camioneros que quedaban estaban acabando y llegaban tipos locales a tomarse un café. Me he pedido un entrecot enorme con hortalizas asadas y algunas patatas con all-i-oli. Y un poco de vino peleón que tanto apetece a veces. Luego del café he ido a la gasolinera y he aprovechado para rascar los excrementos de cacatúas o dios sabe qué que hay en los jardines de la casas grandes del barrio. El coche había estado quince días parado en mal sitio. Pese a la pereza de después de comer me he ido sintiendo a gusto al ir entrando en la Mancha, con esos campos recién arados (eso creo, a menos) de color rojizo. Tan lejos de cualquier ciudad, ni que sean pobres capitales de provincias despobladas. Al llegar a la A4 he vuelto a cambiar, dirección Córdoba, Jaén. En ese tramo aun me resultaba más agradable la Mancha y sus cosas, sus viñedos, sus edificios junto a la carretera, el verde de los árboles sobre la tierra rojiza o los cereales cosechados. Y otra vez me ha resultado imponente el paso de Despeñaperros a la luz de la tarde, entrando y saliendo de sus sombras y sus rocas puntiaudas en todas direcciones. Y otra vez me ha gustado como va apareciendo la provincia de Jaén. He visto la silueta hermosa de toros de lidia al sol de la tarde. Las ganas de ir al serivico me han hecho parar en una espectacular y nueva estación de servicio. Hacía calor, pero tan ratos salimos algunos de Barcelona, que nos calma ese aire caliente y seco, sin que la temperatura sea excesiva. Me he liado un poco por querer salir antes de tiempo de la autovía e ir un rato en carretera hasta Bailén. Allí no veía dónde coger la nacional hasta Úbeda, he dado alguna vuelta y la he encontrado. En esas carreteras olía a aceituna prensada (si es que se prensa y se dice así, que no lo sé muy bien) Serían las ocho y cuarto cuando entraba en Úbeda. He encontrado el hotel enseguida y he podido aparcar si problemas.

La calle del hotel es algo desastrada, se nota que es la calle paralela, y, de algún modo, trasera, de una calle importante. Lo que pasa que al mirarla por segunda vez me ha parecido que hasta podría tener gracia, si tuviera un poco de orden. Al hotel se entraba por unas puertas automáticas que daban a un mínimo vestíbulo con ascensor. La recepción estaba en el primer piso. Al salir del ascensor había un señor mayor detrás de un mostrador. He dicho mi nombre, le he dado el dni y me ha dado la llave. La habitación estaba en la misma planta. Mucho pasillo estrecho y algunas estancias para esperar curiosas y algo bonitas, pero demasiado viejas. La habitación, grande y vieja, con dos camas, interior. Se nota que la van repintando pero no deja de estar algo desconchada y hay una araña aplastada en el techo. Las cortinas, las colchas y a ropa que cubre la mesa donde ahora estoy, dan un poco de grima. La silla se hunde. La tele y los mandos a distancia son, directamente, pulgosos. Pero el baño es nuevo, las puertas también, el aire acondicionado funciona bien, hay wifi, y tiene mesitas, armarios y demás muebles donde dejar cosas.

Me he duchado, he probado a tele y demás y he salido a la calle. Ha llegado un sms que ya esperaba avisando de que ha nacido un niño. En la calle, las indicaciones eran escasas y algo confusas y he tardado un poco en dar con las calles bonitas y los templos iluminados. Al pasar cerca de las piedras y aun más bajo los soportales se sentía el calor del día, allí, reaccionario. Me he sentado en una mes de un bar en una plaza bonita y he pedido un bocadillo y una cerveza. En la mesa de al lado tenía a una mujer no muy mayor pero muy demacrada y flaca y que por las conversaciones de le iba oyendo por teléfono había tenido una vida complicada y desastrosa. Pero hablaba del piso que arreglaba y de una chica joven que vivía con ella. La mujer tenía una perrita no muy bien educada pero muy simpática que ha jugado un poco conmigo a lamerme y a marcar mordiscos. La mujer, con una voz de cazalla y afectación le decía “Chiqui, no molestes al muchacho” y luego me decía que nos habíamos hecho amigos y que era una perrita muy buena y juguetona. Al acabar el bocadillo he pedido otra cerveza, que es la que me ha relajado un poco. Me sigue poniendo algo nervioso ir solo por el mundo y aun no tengo mucha costumbre. Volviendo al hotel he visto el gran rodeo que he dado antes. Me ha parecido que en la brisa del pueblo había algo de olor químico-agrícola, pero tal vez esté algo sugestionado por los olores del viaje.

Al salir del ascensor el vestíbulo estaba casi a oscuras y el señor estaba un poco traspuesto en unos sillones que hay al fondo. Ha dado un pequeño respingo haciendo ademán de levantarse. Le he parado diciéndole “no se levante, que me he llevado la llave. Buenas noches” Por los pasillos estrechos y la pintura agrietada, el escándalo que salía de algunas habitaciones cuando he llegado por la tarde, el señor mayor, los muebles viejos y demás he vuelto a pensar que esto parece más una pensión que un hotel de dos estrellas.


Y aquí estoy, en una esquina de la habitación con el portátil sobre una mesa redonda y pequeña cubierta de ropa verde y en la otra esquina, sobre un soporte para la pared, la tele con guirigay de los de Punto Pelota.