23 de abril, 33
Si me toco el hombro con la mano y levanto el codo huelo a gel. Me he duhado hace poco y escucho el cd de Tom Waits que me ha regalado Marta y no tenía y la tele está encendida sin volumen.
Y en la plácida sensación de la cutrez de haber cenado una pizza al microondas que he comprado en el colmado de los pakistaníes. Y el capricho bobo de haber comprando un blanco espumoso (de las cosas que expresamente no le gustaban a Pla, que murió un 23 de abril).
En los últimos tiempos me siento nervioso e inquieto los días que preceden a mi cumpleaños pero cuando se va yendo el día me apena amablemente, como la navidad, a al que temo un poco pero me da nostalgia absurda cuando avanza enero.
He comido tapas bebiendo cervezas con mis mejores amigos del trabajo, pocos, aunque alguno y alguna faltaba. He trabajado más de lo que hubiera querido de 9 a 3 pero ha bajado a menudo a tomar café. Las últimas personas con las que pasé los 32 fueron Bestfriend y MaríaI tomando cervezas y ya me gusta que fuera así. He regalado 4 rosas que no está mal, pero me hubiera apetecido regalar alguna más si hubiera podido. He bajado por la nublada Balmes luego de comer y he parado en la Central pero no he comprado nada y nada se me ocurría. Luego por Rambla Cataluña hasta el FNAC dónde he comprado diarios de Anaïs Nin y una novela de Reinaldo Arenas. Ninguna gana desde hace mucho de pisar las Ramblas ese día, igual que el arroyo de la sierra me complace igual cualquier parada en cualquier barrio y cualquier adolescente o gitana o paquistaní vendiendo rosas. Cuando llegaba a la plaza Urquinaona, dónde había quedado con Marta, que salía de trabajar y llevaba una cazadora verde y tres rosas, aunque una se la habían dado en el supermercado. Marta quería ir a la cafetería de Laie pero no había sitio y nos hemos metido en un bar cualquiera y grande de la calle Caspe donde hemos hablado de lo de casi siempre, muchas cosas. Antes de llegar he pensado que tal vez sea éste el único día en que no me molesta, tal vez al contrario, ver banderas catalanas.
Y ahora sin preocupación pensando en si había echado de menos que alguien se comunicara (o lo haya intentado) conmigo y no, pero me viene al pensamiento Fallarás, que llevaba unos años felicitándome pero la verdad es que no le he hecho demasiado caso últimamente y no le dije nada en el suyo ni le contesté a la invitación que hizo a sus amigos, queridos, conocidos o saludados a tomar vermú en el suyo, el mes pasado.
Me da pereza irme a dormir, a pesar de lo agotado que me siento y de que a la cama le cambié las sábanas ayer. Mientras, pienso en los ratos agradables de hoy, las palabras bonitas o esperadas, las felicitaciones que uno no pierde la costumbre de agradecer y las nuevas que chispean de algún modo diferente.
Here’s looking at you, kids
Y en la plácida sensación de la cutrez de haber cenado una pizza al microondas que he comprado en el colmado de los pakistaníes. Y el capricho bobo de haber comprando un blanco espumoso (de las cosas que expresamente no le gustaban a Pla, que murió un 23 de abril).
En los últimos tiempos me siento nervioso e inquieto los días que preceden a mi cumpleaños pero cuando se va yendo el día me apena amablemente, como la navidad, a al que temo un poco pero me da nostalgia absurda cuando avanza enero.
He comido tapas bebiendo cervezas con mis mejores amigos del trabajo, pocos, aunque alguno y alguna faltaba. He trabajado más de lo que hubiera querido de 9 a 3 pero ha bajado a menudo a tomar café. Las últimas personas con las que pasé los 32 fueron Bestfriend y MaríaI tomando cervezas y ya me gusta que fuera así. He regalado 4 rosas que no está mal, pero me hubiera apetecido regalar alguna más si hubiera podido. He bajado por la nublada Balmes luego de comer y he parado en la Central pero no he comprado nada y nada se me ocurría. Luego por Rambla Cataluña hasta el FNAC dónde he comprado diarios de Anaïs Nin y una novela de Reinaldo Arenas. Ninguna gana desde hace mucho de pisar las Ramblas ese día, igual que el arroyo de la sierra me complace igual cualquier parada en cualquier barrio y cualquier adolescente o gitana o paquistaní vendiendo rosas. Cuando llegaba a la plaza Urquinaona, dónde había quedado con Marta, que salía de trabajar y llevaba una cazadora verde y tres rosas, aunque una se la habían dado en el supermercado. Marta quería ir a la cafetería de Laie pero no había sitio y nos hemos metido en un bar cualquiera y grande de la calle Caspe donde hemos hablado de lo de casi siempre, muchas cosas. Antes de llegar he pensado que tal vez sea éste el único día en que no me molesta, tal vez al contrario, ver banderas catalanas.
Y ahora sin preocupación pensando en si había echado de menos que alguien se comunicara (o lo haya intentado) conmigo y no, pero me viene al pensamiento Fallarás, que llevaba unos años felicitándome pero la verdad es que no le he hecho demasiado caso últimamente y no le dije nada en el suyo ni le contesté a la invitación que hizo a sus amigos, queridos, conocidos o saludados a tomar vermú en el suyo, el mes pasado.
Me da pereza irme a dormir, a pesar de lo agotado que me siento y de que a la cama le cambié las sábanas ayer. Mientras, pienso en los ratos agradables de hoy, las palabras bonitas o esperadas, las felicitaciones que uno no pierde la costumbre de agradecer y las nuevas que chispean de algún modo diferente.
Here’s looking at you, kids
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