miércoles, septiembre 29, 2010

20 de septiembre

Un chaparrón a las diez de la mañana. Con el día así no me apetece ver Zahara de los Atunes o algún otro pueblo y vuelvo a ir a Tarifa a pasar el rato. Paseo lo que puedo hasta el faro, oh, la isla tiene una puerta donde pone Guardia Civil. El paseo es un poco triste con el día tan gris, jubilados locales en bañador por las rocas, algunos extranjeros intentando meterse en el agua.. Los sitios de frituras frente al puerto no están abiertos aun. Los puertos y sus cosas, sus colores, sus olores, sus ruidos y sus restos. Contrasta el color vivo del Ferry que va a Tánger que está llegando.

A las doce y algo me encuentro con la austriaca de ayer. Finalmente el chico alemán ha ido a conocer Jérez y ella se va esta noche a Málaga y coger el avión mañana muy temprano. Me dice que está buscando un sitio para tomar un café y que si la acompaño. Al decirle que sí, la tengo detrás de mi las cuatro horas siguientes, aunque tiene una forma curiosa de seguirme a todos lados, pues siempre va ella un poco adelantada, con sus pasos cortos y rápidos de chica bajita. Vamos yendo a sitios tomando algo y picando algo. Ella siempre dice “bueno, y qué hacemos?” hasta que acabamos compartiendo una ración de gambas, otra de calamares y otra de boquerones. Después de comer vamos a tomar un café y en mala hora le digo que sí quiero ver las fotos de su móvil. Innumerables. Las montañas nevadas cerca de su casa (esas están bien), ella y sus amigos en un concierto, ella y sus amigos saliendo de copas, ella y sus amigos borrachos en casa de uno de ellos, ella y sus amigos haciendo el mono en Londres, ella y sus amigos en un festival de música electrónica, etc. Me parece mucho más cría que ayer. A las cuatro y media le digo que quiero echarme un poco de siesta en el hotel (y realmente es así) y ella me dice que entonces irá a confirmar su billete de avión. Nos despedimos, nos deseamos cosas civilizadas y en ese plan.

Me tumbo un rato, pero en este hotel, por una cosa o por la otra, no se acaba de dormir bien. Cuando no son unos gorriones enloquecidos (será que el viento también afecta a los nervios de los pájaros) o unas palomas, son los bichos del cortijo mugiendo o llega ruido del bar o de gente duchándose. Esta mañana alguien ha llamado al móvil de la mujer de la limpieza a las ocho de la mañana y voceaba con energía y sin piedad. La señora del hotel ya no está y hay un tipo bastante auténtico, moreno y con la piel curtida agradable, cierto aspecto de viejo pescador/rockero que además, va vestido como yo hoy, camiseta lisa, negra, vaqueros y sandalias. Fuma en la recepción y sale a la terraza con su cigarrillo, su cenicero y un café con leche.