26 de febrero
Domingo de fiebre y mocos espesos con algo de sangre. Llego a casa de mis padres y me duele todo. Ni llego a comer con la familia, me tumbo antes en la que era mi cama. El gato me acompaña un rato. No voy al fútbol y hacia las nueve voy a mi casa. Cuando me meto en la cama hacia las once me da la sensación de que me está bajando la fiebre. Me duermo bastante plácidamente hasta las cuatro. Me despierto dolorido y me levanto a tomar un gelocatil (se descubrió, creo que no hace mucho, que no es conveniente que los asmáticos tomemos aspirina). Me vuelvo a la cama tiritando y al poco rato me duermo. Hacia las doce de la mañana casi no tengo fiebre y quedarme en casa me supone más problemas que los que soluciona así que me levanto, me ducho, me tomo un café y voy hacia Martorell.
Me cunde bastante, dadas las circunstancias, la media jornada que hago. Me voy pronto a casa y dando vueltas para aparcar vuelve a dolerme todo, pero no mucho. Antes de subir a casa me siento donde he tomado el café esta mañana a tomar una tónica y hojeo el AVUI. Un tipo bastante joven, correcto y apuesto que se llama Héctor López Bofill (si no me equivoco, pues allí firma como Héctor Bofill) escribe sobre el uso del catalán. Es el tema de los últimos tres meses en esos ambientes. Al final todo se reduce a que algunos no conciben que uno pueda tener dos lenguas (propias, si se quiere) y no estar loco. Sólo con eso se ahorrarían la mayoría de las barbaridades que dicen.
Pago la tónica. A la chica de esta tarde no la había visto antes. Es joven, guapa y algo escuálida. Hace algo encantador, además de torcer la cabeza, cuando busca la tecla de la tónica; se le escapa algo de aire por la boca, imperceptible (me he dado cuenta por la manita que ha puesto delante de sus labios), y susurra “perdó”.
Compro una bombilla, zumo y jamón york. Pongo la bombilla y me siento con el termómetro. Vuelvo a tener algo de fiebre.
Y de hecho hoy me he puesto a escribir porque mi preciosa Beatriz me mandó una cartita con una foto de los dos. Mi preciosa Beatriz de hoy es mi prima. Mi preciosa Beatriz del otro día no lo es, pero como si lo fuera. En la foto sale mi preciosa Beatriz tan guapa como es. Y yo con mi media sonrisa torcida, creo que no salgo del todo mal.
Fallarás, no convalezco.
Dani, 30.
Me cunde bastante, dadas las circunstancias, la media jornada que hago. Me voy pronto a casa y dando vueltas para aparcar vuelve a dolerme todo, pero no mucho. Antes de subir a casa me siento donde he tomado el café esta mañana a tomar una tónica y hojeo el AVUI. Un tipo bastante joven, correcto y apuesto que se llama Héctor López Bofill (si no me equivoco, pues allí firma como Héctor Bofill) escribe sobre el uso del catalán. Es el tema de los últimos tres meses en esos ambientes. Al final todo se reduce a que algunos no conciben que uno pueda tener dos lenguas (propias, si se quiere) y no estar loco. Sólo con eso se ahorrarían la mayoría de las barbaridades que dicen.
Pago la tónica. A la chica de esta tarde no la había visto antes. Es joven, guapa y algo escuálida. Hace algo encantador, además de torcer la cabeza, cuando busca la tecla de la tónica; se le escapa algo de aire por la boca, imperceptible (me he dado cuenta por la manita que ha puesto delante de sus labios), y susurra “perdó”.
Compro una bombilla, zumo y jamón york. Pongo la bombilla y me siento con el termómetro. Vuelvo a tener algo de fiebre.
Y de hecho hoy me he puesto a escribir porque mi preciosa Beatriz me mandó una cartita con una foto de los dos. Mi preciosa Beatriz de hoy es mi prima. Mi preciosa Beatriz del otro día no lo es, pero como si lo fuera. En la foto sale mi preciosa Beatriz tan guapa como es. Y yo con mi media sonrisa torcida, creo que no salgo del todo mal.
Fallarás, no convalezco.
Dani, 30.
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