lunes, enero 22, 2007

21 de enero

El viernes por la mañana volvía a notar una acometida de la primavera. Les conté a mis primas hace ya unos cuantos años ese lugar extraño está en algún punto intermedio entre el corazón y el estómago.

El mismo viernes, a la dos, cuando ya me iba a comer me crucé con una chica y sus dos hijos. No somos de la misma empresa pero trabajamos en lo mismo. Creo que sus hijos tiene 7 y 6 años. Les dije que me dieran un beso y hablé con su madre de cosas burocráticas en que ella había empleado la mañana. Al despedirme de ellos les di la mano y les dije que había sido un placer conocerlos. El pequeño asintió con la cabeza de un modo adorable. Les pregunté que qué tal los reyes y me contaron algunas cosas. El pequeño me preguntó a mí lo mismo y le dije que casi nada porque había sido malo. Como se quedó muy serio le dije que era broma pero debió de quedarse preocupado porque cuando su madre y su hermano mayor ya se alejaban me dijo con entonación y riqueza léxica del otro lado del Atlántico que si me comportaba bien, para el año que viene me traerían muchos regalos.

Ayer de levanté de humor suficiente como para comprar dos periódicos. Un escritor catalán y en catalán que se llama Miquel de Palol y que colabora desde hace mucho en la edición catalana de El Mundo escribía:

“ETA no es más que la consecuencia de un estado deficitario, y si no se resuelven los problemas que la han producido, es muy difícil que desaparezca, por no decir imposible.” Hale. “No es más que”, dice.

A pocos metros de donde vivo el Paseo de San Gervasio empieza a curvarse donde las calles Craywinckel y Lucano forman un ángulo de unos sesenta grados. Y eso, que es un punto común de tres calles, da la sensación de plaza. Y si es sábado por la mañana y hace sol, más.

Y más primavera, chicas yendo a los parques a tomar el sol.

Hoy me he ido del campo un cuarto de hora antes. El partido ha sido infame, el Barça estaba infame y yo había comido olla podrida en casa de mis padres con unos invitados y no estaba para aguantar ese peñazo irritante y desesperante. Sólo he cenado una manzana sentado en el poang con las piernas cruzadas.