3 de marzo. Sábado disperso
Uf, sábado. Sal de la cama y haz cosas, que si no es peor. Abro ventanas y dejo que entre primavera.
Compro dos periódicos y voy a tomarme un croissant y un café. Luego un té. Y luego voy a los jardines de la Tamarita y me siento en un banco de cuando era un jardín privado.
Los días en que me da pereza ponerme a hacer cosas en la cocina como una pizza en el Da Pietro, como hoy. Tienen horno de leña y se suele estar bien, aunque hoy había bastante gente y ha habido algún lío con platos que han salido de la cocina pero no han llegado a la mesa y el cocinero jefe estaba un poco de los nervios.
Las pizzas están de miedo, con su masa muy fina y crujiente en los bordes.
¿Hay algo mejor que una camarera amable y delgada?
¿O que una cronista guapa?
¿O que la cerveza que te tomas casi en dos tragos antes de empezar a comer, con el estómago vacío y que atonta amistosamente?
Entro en el Parque Güell por la parte alta y silenciosa de Vallcarca. En la plaza grande del parque hay escotes y huele a turista joven.
En casa pongo a Stravinsky y me pongo a barrer. Ya el otro día me recordó un ballet de Stravinsky a algunas piezas del Yellow Shark de Frank Zappa o del LP con Pierre Boulez. Me meto en internet y parece que no voy desencaminado.
La brisa primaveral que he dejado entrar desde hace unas horas ha descubierto pelusas que llevaban meses escondidas, porque barrer, barro cada poco.
Le he echado un chorrito de brandy al café.
A las siete y media de la tarde bajo al centro. Mañana voy a Altafulla y como regalo de cumpleaños se me ha ocurrido un CD de Neil Diamond que contenga el Sweet Caroline. Lo que pasa es que veo el último de Umbral y me doy el capricho. García-Posada escribía sobre él en el suplemento de ABC. También veo el dvd del concierto de Simon&Garfunkel en el Central Park bien de precio y lo cojo.
Una chica guapa y morena, en vaqueros y con una camiseta negra que le deja al descubierto los dos hombros, con un piercing en la nariz mira el libro que me recomendó Fallarás esta semana. Un dulce olor a muerte, dice ella.
También veo las películas de la serie de la Pantera Rosa a siete euros y cojo una de las que no he visto. Y al final también acabo cogiendo El almuerzo desnudo de Burroughs, supongo que porque hace mucho que no leo una novela así. Total, cincuenta euros. Pas mal.
Han tenido que pasar más de dos horas desde la puesta de sol para que la temperatura baje de veinte grados.
Las princesas de muchos pares de zapatos también se ponen griposas.
Estoy con la guitarra en el regazo para tocar un poco del April, come she will. En un vaso resultón que compré el otro día tengo un poco de ginebra con limón y unas gotas de martín seco. En la tele, el viento de NY mueve lo cabellos de Paul Simon. Ya entonces, año 81, se podía predecir la calvicie de ese gran songwriter de expresión amable. Muy pocos músicos tienen más de dos decenas de canciones memorables.
Compro dos periódicos y voy a tomarme un croissant y un café. Luego un té. Y luego voy a los jardines de la Tamarita y me siento en un banco de cuando era un jardín privado.
Los días en que me da pereza ponerme a hacer cosas en la cocina como una pizza en el Da Pietro, como hoy. Tienen horno de leña y se suele estar bien, aunque hoy había bastante gente y ha habido algún lío con platos que han salido de la cocina pero no han llegado a la mesa y el cocinero jefe estaba un poco de los nervios.
Las pizzas están de miedo, con su masa muy fina y crujiente en los bordes.
¿Hay algo mejor que una camarera amable y delgada?
¿O que una cronista guapa?
¿O que la cerveza que te tomas casi en dos tragos antes de empezar a comer, con el estómago vacío y que atonta amistosamente?
Entro en el Parque Güell por la parte alta y silenciosa de Vallcarca. En la plaza grande del parque hay escotes y huele a turista joven.
En casa pongo a Stravinsky y me pongo a barrer. Ya el otro día me recordó un ballet de Stravinsky a algunas piezas del Yellow Shark de Frank Zappa o del LP con Pierre Boulez. Me meto en internet y parece que no voy desencaminado.
La brisa primaveral que he dejado entrar desde hace unas horas ha descubierto pelusas que llevaban meses escondidas, porque barrer, barro cada poco.
Le he echado un chorrito de brandy al café.
A las siete y media de la tarde bajo al centro. Mañana voy a Altafulla y como regalo de cumpleaños se me ha ocurrido un CD de Neil Diamond que contenga el Sweet Caroline. Lo que pasa es que veo el último de Umbral y me doy el capricho. García-Posada escribía sobre él en el suplemento de ABC. También veo el dvd del concierto de Simon&Garfunkel en el Central Park bien de precio y lo cojo.
Una chica guapa y morena, en vaqueros y con una camiseta negra que le deja al descubierto los dos hombros, con un piercing en la nariz mira el libro que me recomendó Fallarás esta semana. Un dulce olor a muerte, dice ella.
También veo las películas de la serie de la Pantera Rosa a siete euros y cojo una de las que no he visto. Y al final también acabo cogiendo El almuerzo desnudo de Burroughs, supongo que porque hace mucho que no leo una novela así. Total, cincuenta euros. Pas mal.
Han tenido que pasar más de dos horas desde la puesta de sol para que la temperatura baje de veinte grados.
Las princesas de muchos pares de zapatos también se ponen griposas.
Estoy con la guitarra en el regazo para tocar un poco del April, come she will. En un vaso resultón que compré el otro día tengo un poco de ginebra con limón y unas gotas de martín seco. En la tele, el viento de NY mueve lo cabellos de Paul Simon. Ya entonces, año 81, se podía predecir la calvicie de ese gran songwriter de expresión amable. Muy pocos músicos tienen más de dos decenas de canciones memorables.
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