lunes, abril 02, 2007

30 de marzo

L. fue la primera persona de la empresa a quién vi. Fue una visión agradable de la que casi han pasado cinco años. Tiene, además, una voz bonita. Me ha dado lo que me tenía que dar, nos hemos sonreído y preguntado qué tal.

En el espejo del ascensor me he dado cuenta de que tenía una cana en el bigote. Por ese motivo he acercado mi cara a los ojos de mi compañera de rizos ingrávidos. Al tocar su hombro me he dado cuenta de que tenía las manos frías. Me ha cogido la mano y me ha dicho que sí, que estaba fría pero que allí hacia calor hoy. Luego se han enredado dos de sus rizos con el clip que sujetaba los dos sobres que llevaba en la mano.

Me han comunicado el que parece que va a ser mi nuevo destino en breve.

Una mujer a la que aprecio y creo que me aprecia a mí me ha dado el seguro del coche de la empresa. El miércoles me llamó para pedirme a gritos (grita bastante) que le mandara el CV actualizado subrayando algunos aspectos de él. Siempre que me llama por teléfono me suelta un “¡oye!”, al que le respondo con “buenos días”, pero nada, no hay manera de que empiece una conversación telefónica con un saludo. Cuando se lo recuerdo se ríe. A la gente hay que quererla, si se la quiere, como es.