19 de mayo
El 19 de mayo de 2004, en el Fórum, aparece Fallarás. Fallarás, más que llegar a los sitios, irrumpe en ellos.
Entro en la sala 112, me siento en la fila 8 o 9. Va llegando gente, la mayoría estudiantes en busca de créditos, como yo. Sin embargo, delante de mí tengo a dos tipos con pinta de periodistas charlando. Gracias a ellos me llevo una sorpresa agradable; llega una mujer que digo yo andará en treinta y tantos y saluda a uno de ellos. Me doy cuenta de que es Cristina Fallaràs, cronista del diario El Mundo en la edición de Barcelona.. En las colaboraciones de dicho diario aparece una foto pequeña del que firma, y ya son años de fijarse en esas fotos. Estoy casi seguro de que es ella. Hay un sitio libre a mi lado, detrás de su compañero y se sienta ahí. Es más guapa de lo que parece en la foto que llevo años viendo. Lleva un bloc y un bolígrafo.
[...]
Cristina Fallaràs toma notas. Antes de empezar el acto me ha preguntado si soy estudiante y si me dan créditos. Luego ve que tengo el programa del diálogo y me pide permiso para mirarlo, mirándome a los ojos, expresiva y sonriente. Estoy pensando en preguntarle si es quien creo que es. Mi timidez consustancial me lo impide, ya habrá ocasión, pienso. Le digo que sí, que claro. Lo ojea a toda velocidad.
[...]
Tras los aplausos la pausa, Cristina Fallaràs sale disparada, un nervio de chica, pienso yo. Al salir la veo fuera fumando. Sigo sin decirle nada. Paseo por los pasillos, salgo a una terraza que hay.
[...]
La cronista vuelve a preguntarme si el sitio a mi lado está ocupado y le vuelvo a decir que no y ella dice que se vuelve a sentar a mi lado y yo le devuelvo la sonrisa. Luego viene un diálogo más o menos así.
- Perdona, ¿eres Cristina Fallaràs?
- Sí –dice ella con convicción-, ¿te conozco?
- No, bueno, yo te conozco a ti de El Mundo.
- Ah, ¿estabas en El Mundo tu?
- No, no. Digo que te conozco de leerte, al verte llegar me ha parecido que eras tu, por la foto esa pequeña que sale en las columnas.
- ¡Ah! –parece sorprendida y se ríe- Qué bien.
[...]
También me fijo en Cristina Fallarás. El pelo le llega a la altura de mitad de cuello, muy rizado. Sus ojos son muy claros y tiene las mejillas algo enrojecidas. Debe de haber tomado el sol durante los últimos días. Viste una blusa negra con timidísimas transparencias y flores dibujadas, un pantalón moderno y sandalias. Lleva las uñas de los pies pintadas de blanco. Antes de que acabe la sesión me da un golpecito en el hombro, me sonríe a la vez que me dice adiós y se va.
Ayer me hiere una palabra de cuatro sílabas. Indecencia por la espalda. Siento que emerge el dolor como la grasa subcutánea en un corte de cesárea. Siento el corte. Aura monjil. Años confiando y luego esto. Hoy duermo una siesta intermitente, sudorosa y taquicárdica. Por la tarde limpio cosas. Incluso me meto en la bañera con un guante y un estropajo y me pongo a rascar el óxido que dejan las cañerías viejas.
Para bajar al centro me pongo una camiseta lisa y negra y los vaqueros rotos. Compro cosas. Un libro de poesías de Safo, el Frank’s Wild Years de Tom Waits que Ingrid me perdió aunque ella juró habérmelo devuelto, otro libro y otro CD. Se me ha metido Suzanne en la cabeza.
Me meto un poco en el Raval para comer algo. Entro en un restaurante de cominda Hindú y Paquistaní. Es barato y está bueno. Como Pakoora, carne con curry y arroz, pan y un té.
Antes de volver a casa paseo un poco y me tomo una cerveza en la barra de arriba del Sidecar, la parte bar, o sea, no la discoteca. Las camareras del Sidecar de los últimos años tienen la gracia de ser todas distintas. En algunos sitios son intercambiables, más allá de los matices. En el Sidecar lo único que tienen en común, pienso, es la delgadez. Pero lo demás no. Una presumida, otra casi andrajosa, otra se pinta los labios y parece anémica al lado del color y calor de una centroamericana, otra es una belleza algo andrógina, otra con un escotazo, otra con los ojos excesivamente sombreados, otra amable, otra casi grosera..
Vuelvo a casa poco después de la doce. Estoy menos dolido, Siento que me falta poco para pasar del dolor al enfado y empezar a murmurar malhumorado. Ya veremos
Soundtrack1:
I made a golden promise
That we would never part
I gave my love a locket
And then I broke her heart
And then I broke her heart
And it's such a sad old feeling
Oh, the fields are soft and green
It's memories that I'm stealing
But you're innocent when you dream, when you dream
Soundrack2:
And just when you mean to tell her
That you have no love to give her
Then she gets you on her wavelength
And she lets the river answer
That you've always been her lover
And you want to travel with her
And you want to travel blind
And you know that she will trust you
For you've touched her perfect body
with your mind.
Entro en la sala 112, me siento en la fila 8 o 9. Va llegando gente, la mayoría estudiantes en busca de créditos, como yo. Sin embargo, delante de mí tengo a dos tipos con pinta de periodistas charlando. Gracias a ellos me llevo una sorpresa agradable; llega una mujer que digo yo andará en treinta y tantos y saluda a uno de ellos. Me doy cuenta de que es Cristina Fallaràs, cronista del diario El Mundo en la edición de Barcelona.. En las colaboraciones de dicho diario aparece una foto pequeña del que firma, y ya son años de fijarse en esas fotos. Estoy casi seguro de que es ella. Hay un sitio libre a mi lado, detrás de su compañero y se sienta ahí. Es más guapa de lo que parece en la foto que llevo años viendo. Lleva un bloc y un bolígrafo.
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Cristina Fallaràs toma notas. Antes de empezar el acto me ha preguntado si soy estudiante y si me dan créditos. Luego ve que tengo el programa del diálogo y me pide permiso para mirarlo, mirándome a los ojos, expresiva y sonriente. Estoy pensando en preguntarle si es quien creo que es. Mi timidez consustancial me lo impide, ya habrá ocasión, pienso. Le digo que sí, que claro. Lo ojea a toda velocidad.
[...]
Tras los aplausos la pausa, Cristina Fallaràs sale disparada, un nervio de chica, pienso yo. Al salir la veo fuera fumando. Sigo sin decirle nada. Paseo por los pasillos, salgo a una terraza que hay.
[...]
La cronista vuelve a preguntarme si el sitio a mi lado está ocupado y le vuelvo a decir que no y ella dice que se vuelve a sentar a mi lado y yo le devuelvo la sonrisa. Luego viene un diálogo más o menos así.
- Perdona, ¿eres Cristina Fallaràs?
- Sí –dice ella con convicción-, ¿te conozco?
- No, bueno, yo te conozco a ti de El Mundo.
- Ah, ¿estabas en El Mundo tu?
- No, no. Digo que te conozco de leerte, al verte llegar me ha parecido que eras tu, por la foto esa pequeña que sale en las columnas.
- ¡Ah! –parece sorprendida y se ríe- Qué bien.
[...]
También me fijo en Cristina Fallarás. El pelo le llega a la altura de mitad de cuello, muy rizado. Sus ojos son muy claros y tiene las mejillas algo enrojecidas. Debe de haber tomado el sol durante los últimos días. Viste una blusa negra con timidísimas transparencias y flores dibujadas, un pantalón moderno y sandalias. Lleva las uñas de los pies pintadas de blanco. Antes de que acabe la sesión me da un golpecito en el hombro, me sonríe a la vez que me dice adiós y se va.
Ayer me hiere una palabra de cuatro sílabas. Indecencia por la espalda. Siento que emerge el dolor como la grasa subcutánea en un corte de cesárea. Siento el corte. Aura monjil. Años confiando y luego esto. Hoy duermo una siesta intermitente, sudorosa y taquicárdica. Por la tarde limpio cosas. Incluso me meto en la bañera con un guante y un estropajo y me pongo a rascar el óxido que dejan las cañerías viejas.
Para bajar al centro me pongo una camiseta lisa y negra y los vaqueros rotos. Compro cosas. Un libro de poesías de Safo, el Frank’s Wild Years de Tom Waits que Ingrid me perdió aunque ella juró habérmelo devuelto, otro libro y otro CD. Se me ha metido Suzanne en la cabeza.
Me meto un poco en el Raval para comer algo. Entro en un restaurante de cominda Hindú y Paquistaní. Es barato y está bueno. Como Pakoora, carne con curry y arroz, pan y un té.
Antes de volver a casa paseo un poco y me tomo una cerveza en la barra de arriba del Sidecar, la parte bar, o sea, no la discoteca. Las camareras del Sidecar de los últimos años tienen la gracia de ser todas distintas. En algunos sitios son intercambiables, más allá de los matices. En el Sidecar lo único que tienen en común, pienso, es la delgadez. Pero lo demás no. Una presumida, otra casi andrajosa, otra se pinta los labios y parece anémica al lado del color y calor de una centroamericana, otra es una belleza algo andrógina, otra con un escotazo, otra con los ojos excesivamente sombreados, otra amable, otra casi grosera..
Vuelvo a casa poco después de la doce. Estoy menos dolido, Siento que me falta poco para pasar del dolor al enfado y empezar a murmurar malhumorado. Ya veremos
Soundtrack1:
I made a golden promise
That we would never part
I gave my love a locket
And then I broke her heart
And then I broke her heart
And it's such a sad old feeling
Oh, the fields are soft and green
It's memories that I'm stealing
But you're innocent when you dream, when you dream
Soundrack2:
And just when you mean to tell her
That you have no love to give her
Then she gets you on her wavelength
And she lets the river answer
That you've always been her lover
And you want to travel with her
And you want to travel blind
And you know that she will trust you
For you've touched her perfect body
with your mind.
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