viernes, mayo 04, 2007

3 de mayo

Me ha pillado un chaparrón subiendo a pie del tajo. He llegado a casa a las diez y con los pies un poco mojados.

Estos días antes de apagar la luz tengo el Poeta en Nueva York, unos quince minutos, no se crean, sigo cansado y no acabo de dormir bien. Lo compré hace poco. De Lorca ya tenía, un libro, que en realidad es de mi padre, contiene:

Libro de poemas
Cantares Populares
Romancero Gitano
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
Yerma
La casa de Bernarda Alba
Mariana Pineda
Y unas setenta páginas de artículos.

Además en la feria del libro antiguo de hace ya unos cuantos años compré un volumen de su correspondencia.

Pero eso, que el Poeta en NY no lo tenía.

Me cuesta apartar los ojos de sus dos valses. Uno ya lo puse aquí, El Vals en las ramas, el pasado verano. El otro es el Pequeño vals vienés. En este último se basó Leonard Cohen para su Take this waltz (no estoy seguro del título). La letra es una traducción ligeramente adaptada.

Cuando tenía 16 o 17 años me gustaba un poco leer pero nunca leía poesía. Creo que porque ya tenía a Lennon y a Dylan para pensar cosas y evocar según qué . Pero un día empecé a leer un libro de poemas de Miguel Hernández de mi madre yme impresionó mucho y poco después el libro de García Lorca que decía antes. Fue la única poesía que leí en bastante tiempo.

El libro de Miguel Hernández lo llevaba cuando fuimos con el instituto, cómo no, a Ámsterdam. El de Lorca lo tuve unos días en el Clínico de Barcelona. El asma que había ido desapareciendo durante la adolescencia volvió bruscamente cuando tenía 20 y 21 años peque se me ocurrió fumar durante unos años. A primeros de octubre del 98, un sábado de madrugada me ingresaron en el Clínico y no me dejaron ir hasta el miércoles siguiente. Cuando los médicos tuvieron claro que algunos días me tendría que quedar me preguntó mi madre o mi padre si quería que me trajera un libro para aquellos días. El de Lorca, dije. Recuerdo que el miércoles que me fui hacía sol y fue el primer día en el que paseé por el pasillo del hospital. Estaba con el triste pijama de hospital y un albornoz cutre y amarillo encima. Me senté en un banco por donde entraba el sol de claustro y estuve un rato leyendo.

El Pequeño Vals Vienés acaba así:

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

Entre estrofa y estrofa:

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

o

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

o

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del "Te quiero siempre".

Del Vals en las Ramas

Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.

Cuando antes he pensado que cuesta apartar los ojos de estos versos he recordado que me ocurre lo mismo con los primeros versos de Aullido y de América.

De Aullido:

He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,

De América:

América, te lo he dado todo y ahora no soy nada.
América, dos dólares y veintisiete centavos. 17 de Enero de 1956.
No aguanto mi propia mente.




Soundtrack, ya que llueve:

I'm walking through streets that are dead
Walking, walking with you in my head
My feet are so tired, my brain is so wired
And the clouds are weeping