miércoles, septiembre 29, 2010

15 de septiembre

1)
Me fui a dormir algo tarde y tardé un rato en dormir. Quería dormir hasta las diez, pero no ha habido manera. Desde las siete y algo ya he oído ruidos y puertas cerrarse, no sé si de turistas esforzados, el servicio o qué. A las diez ya me había duchado y salía del hotel. Como me ha preguntado, le he mentido al señor y le he dicho que había dormido bien. He ido a por el periódico y he desayunado un poco la misma terraza donde ayer cené un bocadillo. He escuchado a una señora pedir un “nobe amentolao”

2)
A las once ya estaba en Baeza. Iba sin saber nada y me ha sorprendido esa, digamos, densidad histórica y una ciudad tan refinada. Entre semana y a esas horas, poca gente en la calle. Mujeres comprando o paseando carritos, madres o abuelas. Los hombres a esas horas en la calle no hacían nada útil. He pasado la mañana paseando y de vez en cuando me asomaba a un paseo que daba al valle del Guadalquivir. En ello estaba cuando se ha acercado una chica rubia con un pequeño grupito de turistas detrás. La chica ha contado lo que se veía y ha señalado dónde nacía el Guadalquivir. Luego ha dicho “y delante nuestro, ya saben, el mar de olivos que nos baña” con bastante gracia y ha añadido que en a provincia de Jaén hay 65 millos de olivos. Además de la catedral e iglesias, me gustaba ver las numerosas tapias con adobe y tejas viejas. Me he asomado a un edificio de la Junta de Andalucía que era un palacio hermoso con un jardín lleno de árboles con vistas al valle. Otra cosa que he aprendido es lo de la antigua universidad, que ahora es un Instituto, pero no sé si toda ella. He entrado en el claustro y la puerta del paraninfo que daba a él estaba abierta y se escuchaba a un profesor hablándoles a los chicos en su primer día de clase. El profesor ha terminado y los chicos han aplaudido. Siguiendo por el claustro una sorpresa aun mayor, un aula donde Antonio Machado había impartido clases de francés. Se podía entrar y había una recreación de las cosas (supongo que lo era) con los pupitres, la mesa del profesor, la tarima e incluso un paraguas colgado en el cuelga ropa. En el pasillo entre las dos filas de pupitres había una vitrina con documentos de Machado solicitando o aceptando la plaza y otras cosas. Muy contento de salido de las murallas.

3)
Y saliendo de las murallas iba delante de mí un grupo de chicas, aun muy niñas, preadolescentes, con sus libros para el curso. Una de ellas andaba atribulada y nerviosa por algo que no he podido deducir. Era menuda, rubia y algunas de sus amigas ya había pegado el estirón, ella no, y se a veía aun más cría, rubia. Su tono de voz se iba elevando y se la veía cada vez más enfadada y ha dicho que es que la iban a “regañá”. Después de decir eso se ha adelantado a las demás, andando deprisa y digna, enfadada, con su bolsa de plástico llena de libros que sujetaba con las dos manos y un bolso a un lado. Muy graciosa. Su amiga más alta ha acelerado hasta llegar a ella.

Me he sentado en una silla de mimbre a tomar una cerveza, a que se me secara el sudor de las sienes y la nuca. Me he sentido cansado al acabarme la cerveza. La chica que me ha atendido, rubia, nariz aguileña, delgada y agitanada me ha traído una rodaja de pan con tomate triturado y tacos de jamón benditas costumbres .

Para comer he buscado el primer sitio donde hubiera salmorejo en el menú, en uno de tantos palacetes. Estaba apartado de la zona monumental y no había apenas nadie.

4)
A las 3 he subido al coche, evitando la tentación de ir al hotel a echarme un rato y he ido hasta la Sierra de Cazorla. Muchos kilómetros solo con olivos y cortijos hasta que la carretera empieza a empinarse y empieza a haber otros árboles. Después de mucho rato sin ver a nadie, habiendo subido y bajado. paro en un sitio estimulante. Se hace llamar kiosco y es un merendero que funciona como bar y vende souvenirs. Es encantador con su mitad de obra y su otra mitad de mesas y toldos y plástico. Me tomo una cocacola y doy una vuelta, subo unas rocas de algo que fue o sigue siendo una cantera y me siento un rato en una roca enorme y miro la luz de la tarde sobre los árboles.


5)
En Úbeda. Paseo un rato y me meto en un bar. Hay mucha gente en la terraza y poca dentro, donde tienen el partido del Madrid en la tele. El del bar me hace una broma por algo que tiene que ver con mi camiseta. El camarero que sirve las mesas ya no tiene mucha edad de hacer eso, pero es divertido verle con el pelo corto peinado hacia arriba, una camisa, unos vaqueros y zapatillas deportivas. Le dice al de detrás de la barra “ponme un botellín, que ya estoy harto de tanto tercio”. Al ir parando en la barra le da un trago al botellín o enciende un cigarrillo. El bocadillo es estupendo, las lonchas de beicon son generosas y el queso está curado. Con el primer botellín me dan un panecillo de lomo adobado y con el segundo un par de croquetas de queso.


6)El hotel sigue siendo algo sórdido.