miércoles, diciembre 08, 2010

7 de diciembre

Llega el día. A veces se le teme durante semanas y no llega y aparece al marcharse las salidas de sol de frío estimulante. Y cae en un día como hoy, cae el día como si todo el otoño cayera, una pequeña venganza por no prestarle demasiada atención, al otoño, del que apenas me he acordado excepto en alguna tarde, y no todas, de domingo. Y todo noviembre pesa en mi cabeza y me nubla la vista a la vez que mi pensamiento vague por asideros anímicos.

El caso es que no sé si la tarde sucede histérica y rápida o con desesperante lentitud, hirviendo y golpeando las sienes, se me secan los ojos y estar a veinte grados en diciembre resulta insensato y me irrita y me pesa la chaqueta en el brazo.

Como a los mediocres, supongo, me da por pensar en darle forma a eso, en clasicismo o barroco, ya que por la mañana he estado mirando una selección de Luis Rosales de la poesía del siglo de oro, que compré hace unas semanas en una visita a la librería Canuda con mi hermano. Triste día en el que me sobra la americana, de pana en cuyos bolsillos tan bien caben libros. Dos alejandrinos. Oh, endecasílabo sin piedad.

Cuando en seguidilla
mi amor no huye
mi huída gitanilla
por puente fluye


O ese otro endecasílabo de meses de coles y judías verdes. La col que cruje y el color de las judías, tan bonito, antes de hervirse.
Carlos Seco Serrano escribió “náusea” dando nombre al estado en que se sumió Larra en su último otoño. Ya a estas horas de la noche y habiendo cenado y visto la tele, sin dramatismo vemos que Larra nos hace viejos pronto y recordamos que casi ninguno tenemos criado al que emborrachar y que nos diga lo que somos y todo resulta lejanísimo y casi diochesco, prerromántico, adolescente.