sábado, diciembre 15, 2007

Ow! Uh! Alright! Uh!

Otra vez Manuel. E Iñigo me recuerda que conté pocas cosas del Cabo de Gata.

Niebla en Burgos. Más niebla que frío. En la ida me encojo en la Pedraja. Es de noche y casi no veo nada. En los cambios de rasante, los antiniebla difractados, vistos mucho antes que el coche. Un resplandor extraño, inquietante. Los pinos negros de la Pedraja.

Y tienen algo wagneriano esos inmensos molinos para energía eólica en Aragón o La Rioja. Lentos, acompasados, tremendos. Como los bichos de la Guerra de los Mundos. Esos monstruos con patas en la campiña inglesa.

Ya han pasado tres meses. Última tarde en el Cabo, en la playa de Los Muertos. Iñigo y yo no podemos evitar un ataque de risa. Un matrimonio ya maduro, poco creíble por lo tópico, en plan los padres de Piraña, mujer algo gorda y hombre menudo, tirillas: El hombre a dos o tres metros de la orilla con las gafas de buzo. Sale, alteradísimo, a por pan, para que se le acerquen los peces. Enreda más que otra cosa, coge una cosa suelta otra, se levanta, se acerca a la orilla, luego vuelve Digo que está alterado, esa excitación de niño pequeño, emocionado, excesivo. En un tono de voz acorde con su estado le suelta a su mujer: “¡Están hambrientos como tigres! ¡Se lanzan como tigres!”

Como Manuel ha comido bastante bien una de esas cosas de frutas, cereales y miel de color sospechoso me dice Iñigo que le dé el otro, a ver si se lo come. Se lo come, pero mal. Y yo tal vez haya comido la mitad, que resbalaba por mi antebrazo, que yo iba lamiendo. No le gusta y está cansado de comer siempre lo mismo esos días de vacaciones. Gira la cabeza, cierra los dientes con fuerza o se distrae mirando cualquier cosa.


Recuerdo que estaba guapo. El hermoso pelo rubio despeinado, salado del mar, la carita con algo de color y con quince meses ya tan simpático.

En San José hay un italiano, el Otro Parque, lo llevan Luciano y Claudia. Él cocina, ella está al loro de todo lo demás. Tres camareras guapísimas, las tres a su manera, un chico joven con el pelo largo y una chica menuda y escuálida, con aspecto de huerfanita, ayudan en la cocina. Los tres, en la cocina, llevan un pañuelo en la cabeza. La cocina está totalmente a la vista. De hecho, es una parte de la sala. Dentro del rectángulo que es la planta del restaurante, la cocina es un rectángulo dentro de él, de forma que la zona de mesas es una superficie en forma de L alrededor. Ni puerta, ni paredes, ni cristales entre las mesas y los fogones. En los dos días que hemos ido hay música Soul. De vez en cuando Luciano canta o le da caña al volumen. Con pose y gesto de tenor, grave y solemne, canta, por ejemplo, Stand by me.

Su mujer, Claudia, está delgada, pelo corto, pendientes, collares, simpática. Le pasa lo que sucede cuando se tienen cincuenta años y se ha mantenido el peso. Muchas arrugas, flacidez en los brazos.

Las camareras. Dos italianas y una argentina. La argentina, morena y demasiado erguida. Guapa de cara y un cuerpo hermoso, aunque las tetas son un poco sospechosas. No sé. Iñigo dice que son falsas, Beatriz cree que no, que es un buen sujetador. Va con un vestido corto y escotado, informal, de verano. Una rubia algo voluptuosa, con el pelo recogido. Curvas, sin sobrepeso pero el culo grande, los pechos grandes, ojos claros grandes. Tiene una sonrisa muy muy encantadora, casi angelical, enorme, para dedicarle muchos minutos. Amabilísima con nosotros, no deja de sonreír, y cariñosa con Manuel. La otra italiana es más alta que las otras dos y está delgadísima. Lleva una camiseta de tirantes muy ceñida y no tiene apenas pecho. Qué bonitos los hombros, de espaldas. Es morena y lleva el pelo largo, el cuello es largo y la boca es trrrrrrrremendamente sexy. Se me aparecen unas pestañas largas y rizadas y pecas, aunque tal vez me equivoque. Tiene un perfil delicioso y está simpatiquísima con Manuel.

Pasa el rato, ya está todo el mundo con los postres o pagando y Luciano y sus dos chicos se relajan. Las camareras iguen yendo de un lado a otro recogiendo ya algunas mesas. Suena Land of 1000 dances, y sucede una escena encantadora. Luciano sube el volumen una barbaridad y las camareras, que están a lo suyo, empiezan a bailar a la vez. Claudia también, a la vez que le da a las teclas de la caja.

1-2-3
1-2-3
Ow! Uh! Alright! Uh!

Got to know how to pony
Like Bony Maronie
Mash potato, do the alligator
Put your hand on your hips, yeah
Let your backbone slip
Do the Watusi
Like my little Lucy
Hey! Uh!

Na na-na-na-na na-na-na-na-na-na-na-na-na-na na-na-na-na
I need somebody to help me say it one time
(Na na-na-na-na na-na-na-na-na-na-na-na-na-na na-na-na-na)
Wo--ow!


Uf, en serio. Uf.

Beatriz, tan morena y tan guapa, con sus hoyuelos y brillo en la cara porque tiene un motivo para estar contenta, con un vestido con “palabra de honor” ofrece un brindis.