lunes, octubre 01, 2007

1 de octubre

Pues ayer no me levanté en plan Sunday morning coming down a pesar de las copas del sábado. Dormí hasta las diez seguido y hasta las doce discontinuamente. Me duché y me tomé un café y salí a por periódicos. Puro vicio, porque tenía cosas de sobra para leer de los periódicos del sábado. Cociné un arroz. El sábado compré algo de pollo y conejo para eso. Lo demás ya lo tenía. Me comí el arroz con vino blanco y unas uvas y un poco de Cardhu con hielo. Hacia las seis y media salgo hacia la Feria del libro de ocasión antiguo y moderno. Hay que joderse con el nombre. Hay mucha, muchísima paja, y no precisamente de ocasión gran parte de ella. Sabía que el día se me acabaría viniendo encima en algún momento y eso sucede al anochecer en el Paseo de Gracia. Me sobresalta el escotazo intrépido de la chica de uno de los puestos. Va vestida de negro y me pilla muy de sorpresa. Compro “La llengua. catalana i la seva normalització / Pompeu Fabra; A cura de Francesc Vallverdú” de Edicions 62. Volviendo a casa en los ferrocarriles leo páginas del primer capítulo. Trata de la hache y de su inutilidad. Sostiene Fabra que es completamente innecesaria y lamenta que las reformas planteadas no la hayan eliminado. Sostiene también que al convertirse el latín en diversas lenguas románicas la hache ya no se pronunciaba y que ni la lengua castellana, con su evolucionada y simplificada ortografía, no ha sido capaz de desprenderse de ella completamente. Un buen momento para que el catalán sí lo hiciera. Me resultan divertidas dos cosas. La primera es que había quien defendía que en lugar de “aquest” debería escribirse “hachest”. Y la otra que en todas las lenguas románicas se hubiera añadido la hache inicial a palabras de origen latino que no la tenían. En esos diez minutos aprendo que la hache nació al adaptar signos y palabras de origen griego, principalmente debido a términos cultos inexistentes en latín, y que, como decía antes, la función fonética ya no lo era al establecerse las distintas lenguas románicas. Pensé que si algún día me hago trovador en mis versos escribiré “hachest”.

Hay algo incontrolado en Berliska. Y a la vez una fragilidad y dulzura que parecen propias de tópico literario. Y esa polaridad explica que una “simple teleoperadora” (eso me dijo ella que era al conocerla) tenga tan buen gusto en tantas cosas como facilidad en estrellarse en la vida. Y no me refiero a ir por la vida haciendo eses. Es algo más tangible (no sé qué palabra usar, la verdad) porque tiene 38 años y cobra 700 euros al mes por 33 horas a la semana. A una testigo de Jehová o equivalente le dijo que era la novia de Satán cuando llamó a la puerta de su casa, que es casa de sus padres otra vez. Siempre algo de ingenuidad, un acusado sentido de lo noble, salidas de tono y juicios precipitados. Cariñosa, desesperante, divertida, reservada y borde.

Ayer sólo cené fruta y yogur pero estuve cocinado un poco para la semana. Luego de leer cosas de los periódicos con las piernas cruzadas en el poang de Ikea y la tele encendida me meto en la cama. Termino la novela de Bukowski. Me levanto al baño, tomo el clonazepán (creo que no me hace nada, o casi). Las lamas de las ventanas de la cocina y el baño están horizontales y entra algo de noche. Es jodido que al volver a tener paz de domingo ya sean más de la una.

Soundtrack (en voz de Johnny Cash y mérito de Kris Kristoferson. Coger la más limpia de mis camisas sucias, desayunar cerveza, la cabeza doliente en cualquier posición, fumarse el cerebro la noche anterior con cigarrillos y canciones. etc.)

Well I woke up Sunday morning,
With no way to hold my head that didn't hurt.
And the beer I had for breakfast wasn't bad,
So I had one more for dessert.
Then I fumbled through my closet for my clothes,
And found my cleanest dirty shirt.
An' I shaved my face and combed my hair,
An' stumbled down the stairs to meet the day.