domingo, noviembre 07, 2010

6 de noviembre, sábado

Una llamada me ha sacado de la cama. Bien, porque ya eran las once. Con la temperatura, el sol y la luz, me ha quedado el pelo como primaveral, frágil, claro, desordenado. En donde me tomo el café y leo los periódicos de sábado no había sitio en la barra y me he sentado. A mi izquierda los de siempre, señores mayores y elegantes (uno parece un médico culto y jubilado, burgués) que pasan horas allí, toman cafés, hablan o se quedan callados mirando hacia fuera. Tosen todos, fuman todos, esas toses que angustian un poco por su ruido.

En la Tamarita hay un cumpleaños. Los peques se persiguen, beben zumos o patean un balón. En la hora previa al mediodía solar ha habido una buena porción de buenos culos, pantalones ajustados al sol. Una madre treinteañera de las que siempre vuelven en otoño con sus pelos largos y lacios y sus botas, alguna cursi del barrio que toma refrescos con sus amigos en la terraza de Kennedy, una turista alta y caderona enfunda sus piernas vestidas de tela como de esquijama gris en unas botas negras y bambolea sus nalgas esponjosas, una chica joven que pasea su perro, su novio y sus bolso en vaqueros, esos culos que se quedan algo horizontales, más elípticos que redondos.

Como la parte central del jardín lo ocupan los peques y los padres me aparto un poco y me siento en un banco de grandes baldosas cerámicas, pegado a un invernadero de los de antes donde hay helechos y ventanas para mirar al revés, hacia adentro. El sol es estupendo y me quedo en manga corta, un joven con acné y educación me pide fuego, las rosas se cierran marchitándose, más tiestos con helechos, robles, escaleras, hiedra. Frente al edificio de la Rotonda un bebé con fino pelo rubio va tieso en el carrito, el cuello como los patos en el río, está gracioso con su chupete y las manos apoyadas en el asa del carrito, como alguien importante que ligeramente se inclina hacia delante, como alguien que juzga y pondera lo que le rodea.

Leo que solo, cuando signifique solamente, dejará de llevar acento en diciembre. Recuerdo, entonces, las últimas páginas del ensayo “Desde la incertidumbre”. Me cuesta, a veces, volver a Albiac, pero en aquellos años me influyó enormemente y aprendí mucho y me sugirió otro tanto; el marxismo, Saint Just, Freud, Trotsky, Platón, Chateubriand, etc. En esas últimas páginas se recordaba a Pessoa y aquello de que “leer no es vivir, dejad de vivir, leed” y luego, eso creo que salía del filósofo y no del poeta, algo tan bello como preguntarse si se podía vivir “leyendo solo, leyendo sólo”.

martes, noviembre 02, 2010

1 de novembre

Por la mañana,

El temporal no ha llegado a Barcelona y sólo ha habido algunas nubes, una lluvia que me pilló en la cama, humedad y temperaturas templadas. Ayer dormí como un tronco pero hoy me he despertado demasiadas veces y se me iba espesando el pensamiento, pero hacia nada útil. Mañana de nubes blanquecinas que, escribió Larra en un día de difuntos, han cubierto mi frente de melancolía. Sin ninguna gana de comprar el periódico escuálido que seguramente venga hoy, he cogido, precisamente, el libro de Larra y he salido a la calle.

Días así me sugieren grandes nombres, más que grandes hombres, declamaciones por la mañana,

¡Oh estaciones, oh castillos!

Iniciaba Rimbaud así un poema, poniéndonos en guardia.

O Larra otra vez, en su cementerio alegórico viendo los epitafios de la Constitución de Cádiz arrojada al mar, la inquisición, el estamento de los próceres, el teatro, el ingenio, el crédito, animando a los otros paseantes a mirarse en el espejo para ver muertos. Ya oscuro y con frío, quiere Larra huir del cementerio y refugiarse en su corazón. Pero descubre con horror que no es más que otro frío sepulcro donde yace la esperanza.

Perezoso para todo, hoy, pero mi madre me ha animado a que vaya a comer, que tiene costillas y panellets. Cuando mi abuela materna sucumbió a lo senil a mi padre le dio por probar. En casa de mis abuelos, además, había un montón de almendros y siempre teníamos almendras que se dejaban secar en el cobertizo. No le salían mal, pero creo que no llegó a dar con esa maravillosa y dorada crocantez exterior con el interior que se desmigaja sin remedio en la saliva, entre la lengua y el paladar.



Per la tarda,

Surto te casa els pares amb la panxa plena de panellet i algunes castanyes, ha sortit el sol i la tarda és d’una tebior extraordinària i del color de conyac que deia l’altre dia. Com n’és d’agradable grafiar ny. Molt més que la enye castellana, que fa venir el cap una brusca armadura cidiana i que segles pesats queda una mica rància.. Més estilitzat, també, que el dígraf “gn” i amb una sensualitat que no té el “nh”. Molt millor, a més, que vagi darrere la ene i que no la precedeixi. El traç llarg signant el que no acaba de quedar arrodonit.

Fa una estona m’ha vingut cert malestar, mal de cap un lleugeríssim però molest mareig. Molt de diumenge, molt de tardor i molt d’al·lèrgic. Recordo un dia de tardor de fa uns anys, un diumenge, que tenia mal de cap i fred als peus i que vaig estar llegint les Flors del Mal al llit fins que em va passar el fred als peus i vaig apagar el llum. I em sembla recordar que vaig dormir plàcidament.