22 de junio
A veintinueve grados frente a la pantalla pasando las tetas a times new roman, sudado y con el torso desnudo. Una vez vi una foto Faulkner de perfil frente a su máquina de escribir desnuda cintura para arriba. No sé si por eso me gusta sentarme frente al portátil así, cocinar un sofrito así o incluso lavar los platos así, salir al balcón así.
Lo bueno, tal vez lo mejor, de los portátiles es lo asimilables que son a máquinas de escribir y a Faulkner con bourbon y torso desnudo, a Bukowski escribiendo en la cocina sobre capas de mugre, a Dylan en un hotel de Inglaterra escribiendo algo con Joan Baez y Marianne Faithfull cerca, a Umbral con sus gatos en su despacho de la dacha o a mi querido Reinaldo Arenas de ahora en su cuarto de la casa de Miramar de su tía.
Ayer me levanto, me ducho, como un melocotón y ciruelas y compro los periódicos. No he puesto la cafetera en casa y entro a un sitio a tomarme un café. Luego del primer sorbo no es que me tiemble la mano, sino que parece muerta, el corazón empieza a chocar en las costillas. Dejo la taza llena y de algún modo busco el clonazepán, después de tanto tiempo. Dejo el euro sobre la barra de cualquier manera y salgo a la calle. Yendo a los jardines donde leo los periódicos todo se frena un poco. Demasiados sobresaltos este año, demasiados días llegando a las diez a casa y teniendo que comprar en el paki, demasiados fines de semana en la oficina. Por eso intento poner orden y ensaladas y comer melocotones y ciruelas. Libros y películas. Ayer por la noche puse “El amigo de mi amiga” de Rohmer. Compré el dvd la semana pasada. De la serie “Comedias y proverbios” sólo me falta por ver una. He visto unas quince películas de Rohmer, todas menos dos en el cine. En la que vi ayer hay una sublime secuencia de amor en el claro de un bosque, diálogos en luz natural y cosas así. Como casi siempre, actrices extrañas y tipos estudiándolas.
Lo bueno, tal vez lo mejor, de los portátiles es lo asimilables que son a máquinas de escribir y a Faulkner con bourbon y torso desnudo, a Bukowski escribiendo en la cocina sobre capas de mugre, a Dylan en un hotel de Inglaterra escribiendo algo con Joan Baez y Marianne Faithfull cerca, a Umbral con sus gatos en su despacho de la dacha o a mi querido Reinaldo Arenas de ahora en su cuarto de la casa de Miramar de su tía.
Ayer me levanto, me ducho, como un melocotón y ciruelas y compro los periódicos. No he puesto la cafetera en casa y entro a un sitio a tomarme un café. Luego del primer sorbo no es que me tiemble la mano, sino que parece muerta, el corazón empieza a chocar en las costillas. Dejo la taza llena y de algún modo busco el clonazepán, después de tanto tiempo. Dejo el euro sobre la barra de cualquier manera y salgo a la calle. Yendo a los jardines donde leo los periódicos todo se frena un poco. Demasiados sobresaltos este año, demasiados días llegando a las diez a casa y teniendo que comprar en el paki, demasiados fines de semana en la oficina. Por eso intento poner orden y ensaladas y comer melocotones y ciruelas. Libros y películas. Ayer por la noche puse “El amigo de mi amiga” de Rohmer. Compré el dvd la semana pasada. De la serie “Comedias y proverbios” sólo me falta por ver una. He visto unas quince películas de Rohmer, todas menos dos en el cine. En la que vi ayer hay una sublime secuencia de amor en el claro de un bosque, diálogos en luz natural y cosas así. Como casi siempre, actrices extrañas y tipos estudiándolas.